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Esclava de su propia corona

Rafael Lutzardo / Rafael Lutzardo

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Que la reina diga algo que es común al mundo civilizado como que la naturaleza de un matrimonio responde solo a la unión de un hombre y una mujer, y que si dos personas homosexuales se unen eso no es matrimonio, debería ser respetado como una manifestación de normalidad en el marco de la libertad de expresión, y sabiendo además que la legislación española es anómala. A sus setenta años, la Reina pocas veces se ha pronunciado sobre política y monarquía en los cuarenta y seis años que lleva en España. Doña Sofía habla y expresa su opinión personal, al igual que la mayoría de nosotros lo hacemos en la barras de los bares, lugares de trabajos, esquinas de las calles, reuniones de familias etc., como una española más. Habla de violencia de género; aborto, eutanasia, religión, matrimonios homosexuales etc., etc.

Yo hablo el castellano y no el inglés, y digo esto porque el colectivo gay, que en mi época se llamaba, colectivo de maricones o mariquitas y colectivos de lesbiana, que en mi época se llamaba, colectivos de tortilleras, han puesto el grito en el cielo, especialmente el colectivo de maricones o mariquitas. Y esto lo digo con todo el respecto del mundo para los colectivos mencionados. ¿Estamos en democracia?. Por lo tanto, se tiene que respetar mi forma de pensar y decir las cosas. Curiosamente, la democracia en España se utiliza por momentos. Es decir, cuando a ti te interesa, eres democrático, pero cundo no te interesa, eres un dictador. Si la reina hubiera dicho lo contrario, al poder establecido le habría parecido de perlas, y multitud de comentarios habrían teorizado sobre la libertad de expresión. Pero esta claro que en este país la libertad de expresión tiene un límite: el matrimonio homosexual, el aborto, como más mejor, la eutanasia y el feminismo de género. La reina al romper con esta dictadura de lo políticamente correcto ha abierto la ventana para que entrara una bocanada de aire fresco en un país poblado de pequeños dictadores y políticos acobardados.

La reina ha afirmado la importancia de la educación religiosa en las escuelas. En definitiva ha dicho algo que es fundamental y común a nuestro entorno de civilización, que la vida hay que respetarla incluida la del no nacido y la del enfermo; que el matrimonio es la unión de un hombre y una mujer; y que la educación religiosa va bien, es buena. En estas opiniones lo censurable no es su contenido sino la situación española. Ella, como mujer, como ser humano, tiene defectos y virtudes, comete los mismos errores que nosotros, solo la diferencia de todos nosotros, su estatus de Reina. Como en la época de Franco, España vuelve a tener leyes radicalmente distintas de las de su entorno en temas cruciales. ¿Qué de extraño tiene entonces que pueda discreparse abiertamente de ellas? Alguien está confundiendo la extraña legislación española con verdades universales.

Que falsos somos. Cómo nos escondemos detrás de una constitución, manipulándola, utilizándola cuando nos conviene. ¡Pues miren señores!. Yo, como ya tengo medio siglo sobre mis espaldas, digo lo que siento y como lo comprendo. Siempre respetaré el pensamiento y la forma de vida de los demás, pero las horteradas, gilipolladas y mariconadas, no las respetaré. Viva la libertad, pero con respeto e igualdad para todos. Mientras tanto, la censura de colectivos de diferentes ámbitos de la sociedad española, convierte a la Reina esclava de su propia corona.

Rafael Lutzardo

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