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Estrategia Platanera: No podemos fallar

Antonio González Viéitez / Antonio González Viéitez*

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Hacía tiempo que la “pica” (inutilización de la fruta ya producida y que es la peor de las situaciones posibles) no se presentaba con la actual virulencia. Puede calcularse que llegará a unas 14.000 toneladas este año, en apenas mes y medio y, como es obvio, coincidiendo con precios ruinosos. Y esta situación afecta sobre todo a quienes recogen la cosecha en estos meses, y esta circunstancia se ha visto muy agravada por el retraso general de la fruta debido a los intensos y prolongados fríos del último invierno.

Por eso era lógico y previsible que proliferaran denuncias, llamadas de atención y propuestas para afrontar esta situación de emergencia para algunas zonas. Así, ASPA, AGUSA, CUPALMA, todas ellas entidades palmeras, han salido a la palestra para reclamar con urgencia el incremento del Fondo previsto para estas circunstancias, y existente en el interior del propio sector platanero. (Ojo, nada que ver con ninguna petición hacia ninguna Administración). Argumentando la terrible confluencia que se da en algunas zonas productoras (también tinerfeñas y grancanarias). A saber, precios ruinosos, “pica” y “fuerza” de la fruta, es decir concentración temporal de la cosecha.

Por eso, creo que es el momento adecuado para que, de una vez, acordemos la estrategia platanera adecuada para resolver los problemas, tanto en las coyunturas adversas como cuando, con viento en las velas, nos olvidamos de todas las dificultades estructurales y nos extasiamos con la ensoñación de los altos precios.

En ese sentido, se plantea que el objetivo estratégico esencial de los plataneros canarios debe ser el mantenimiento de todos los cosecheros de plátanos del archipiélago. Porque no se puede olvidar que esos más de 10.000 agricultores y la estructura agraria que mantienen, es la única razón por la que se ha conseguido de la UE nada menos que 141 meuros/año de ayuda. Pero, al tiempo, hay que insistir que no se podrá mantener a los malos cosecheros que pretendan permanecer con sus fincas abandonadas o con prácticas de cultivo insostenibles desde el punto de vista de salud alimentaria y medioambiental. Y no se olvide que malos cosecheros hay entre los grandes y entre los chicos; entre los tinerfeños y los grancanarios; entre los de tercera y los de primera zona y entre los de los Nortes y los de los Sures. No enfrentemos a quienes están en la misma situación de buenos cosecheros.

Si ese es el primer objetivo, el segundo viene de suyo. Se trata de mantener (mejorar si fuera posible) nuestra cuota en los mercados de La Península y Baleares. Para lo que resulta imprescindible combatir (ya sin aranceles) la penetración de la banana americana, que ha llegado a conquistar 1/3 de toda la fruta consumida en el primer semestre de este año.

¿Es esto posible?

Por supuesto que sí, pero partiendo del dato de la ayuda comunitaria sin la que el cultivo sería inviable. Y, la clave del asunto, como una premisa inexcusable, es LA GESTIÓN CONJUNTA DE LA OFERTA. Hoy en día “responsabilidad” de ASPROCAN, pero responsabilidad abandonada con absoluta dejadez, salvo en temas no conflictivos como la publicidad, el transporte marítimo y el seguro de viento.

Esta Gestión Conjunta debe abarcar como mínimo tres aspectos. El primero, supone garantizar el suministro anual continuado de nuestros mercados. Lo que implica una lógica programación de los cultivos, recordando que siempre, y en mayor medida en un cultivo permanente, los ciclos naturales pueden afectarla seriamente como pasa ahora. Como se sabe, en general la demanda es más fuerte (y los precios más altos) entre Octubre y Abril. Por eso se deberá tender a centrar en ese intervalo la fuerza de la fruta. Pero eso no puede significar que todos hagan lo mismo. Por la sencilla razón que también hay que abastecer los mercados entre Mayo y Septiembre. Y, además, porque hay zonas donde las condiciones naturales concentran la producción en esos meses. Con todo eso se habrá de hacer la programación.

El segundo implica la exigencia de calidades homogéneas. Única forma de garantizar que la marca “Plátano de Canarias” pueda desplegar todas sus potencialidades, que son formidables. Porque ésta es una de las principales lacras de la situación actual. Ya que, tal como está estructurada ASPROCAN (con representación vertical y exclusiva de las 6 OPP existentes) la “cultura de gestión” es la de engañar a los demás para beneficiarme yo y los míos. Así lo que predomina es el comportamiento de los pícaros y el de los “enterados de la caja del agua”. Por eso se mantiene un montón de marcas. Y la competencia se establece entre las múltiples y diferentes marcas de plátano canario. Con lo que se abren cada vez más las puertas a la progresiva y continuada penetración de la banana americana. Y, mientras, los dirigentes plataneros canarios consideran que estas exigencias son un disparate y así nos va. En síntesis, marca única y pocas categorías de clasificación. En la actualidad existen varias clasificaciones que jamás llegan diferenciadas ante el consumidor. Solo deben permanecer aquellas con las que se encuentra el consumidor final.

En tercer lugar, precios. Lo que viene ocurriendo con los precios de venta en La Península es que cada una de las marcas quiere exprimir al máximo el jugo de los mercados y colocar su precio por encima del de sus rivales canarios. La competencia se da exclusivamente entre nosotros. Así con esa “estrategia” torpe y peligrosa lo que hacen es abrir más la vía de entrada a las bananas. ¿Entonces?

Quedamos que el segundo objetivo estratégico era mantener la cuota del plátano canario en los mercados peninsulares. Y resulta que podemos competir perfectamente en precios con la banana americana (cualquiera que relea esta sola frase me podría tachar, con razón, de loco peligroso). Pero es que nosotros podemos competir en precios, a partir de que disponemos del orden de 0,36 ? / Kg de ayuda comunitaria. Y partiendo de esa base, deberíamos colocar los precios del plátano por debajo de su verdadero competidor que es la banana. Es cierto que, así, no se conseguirían los precios muy altos que ahora se consiguen en determinadas épocas. Pero estaríamos garantizando nuestra histórica y mantenida presencia en los mercados peninsulares a largo plazo, que es como deben medirse las estrategias económicas. Y el refrán “la avaricia rompe el saco” es difícil que pueda aplicarse con más propiedad que a la situación actual de la política canaria de precios plataneros.

Es evidente que ASPROCAN, aunque quisiera no podría llevar adelante esta Estrategia. Y es que su actual estructura representativa le impide realizar cualquier Gestión Conjunta, porque ésta solo puede ser llevada adelante por entidades que cooperen, mientras que las actuales OPP lo único que saben hacer es competir entre sí. A veces encarnizadamente, en ocasiones con pillerías y zancadillas de las que, después, se jactan con estúpida vanagloria en sus correspondientes círculos.

Pero hay otra cuestión crucial. La Gestión Conjunta de la oferta implica tener que tomar decisiones duras y conflictivas, especialmente en los momentos más tensos. Y esto solo se puede hacer si los agricultores respetan y aceptan mayoritariamente las decisiones que se tomen. Y ese respeto y prestigio no puede exigirse, ni siquiera pedirse, si esa institución es como una caja negra, donde ni hay transparencia, ni hay participación, ni verdadera representación democrática. Que, desgraciadamente, es lo que hay. El mismo estudio encargado por la propia ASPROCAN a la empresa “B-Ideas” para buscar soluciones al sector, insiste en que “hasta que no se arregle el sector dentro de Canarias no se acometan otras acciones?Para tener éxito hace falta una buena base de trabajo”. Es evidente que esta recomendación básica ha caído en saco roto.

Por último, es vital que entendamos que la base de esta estrategia es la cooperación y el trabajo en común. Porque no se trata como insiste Don Juan Suárez Rodríguez (La Provincia 25 de Agosto) de una “utopía inviable en una economía libre”. Simplemente porque eso es inexacto. No es un mercado libre, sino subvencionado y regulado. Y que tampoco se trata de decirles que se equivocaron a aquellos plataneros que, históricamente y por razones de sobra conocidas, eligieron situar sus fincas en los nortes. No se les puede decir ahora que “deben de cambiar de zona o corregir su error”. Y que, además, “no pueden pretender una justa rentabilidad a costa de otros”. Y que no pueden ilusionarse “con una justa rentabilidad que la Naturaleza, la situación y el clima no facilitan”. Porque este argumento está bichado de fondo. Porque es, precisamente por esas incapacidades de hacer rentable al plátano canario frente a la banana americana, por las que la UE ha establecido los 141 meuros. Que son los que, a la postre, permiten seguir hablando de lo que estamos hablando.

Porque lo que subvenciona la UE no es la producción platanera en sí misma, sino la forma en que más de 10.000 agricultores canarios aprovechan los recursos naturales, por hacerlo cada vez de forma más sostenible, por mantener vivo un fastuoso patrimonio natural y etnográfico, por mejorar la relación entre población y territorio y, en suma, por mantener en pie una sabiduría y un paisaje misteriosos y evocadores.

*Economista

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