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Sobre Fuerteventura

El Arquitecto Miguel Cabrera en un mitin de Asamblea Majorera. En el logo se lee, "Vota por tu isla".

Omar Batista

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Ya lo dijo Francisco Pomares hace unas semanas: “en Fuerteventura las cosas ocurren antes”. Así lo manifestó en su último serial en El Día, relatando capítulo por capítulo la caída de Coalición Canaria del poder tras 26 años en el Gobierno de Canarias. Y sí que puede ser verdad. Como bien aprendimos más de una generación con Historia de Canarias, aquellos dibujos animados donde ese viejo perro bardino guardián de nuestra historia nos enseñó que tanto en la isla de Fuerteventura, como en la de Lanzarote, tierra de majos, las mujeres podían tener hasta tres maridos. Muy avanzado todo para la época.

Fuerteventura tiene 122.657 habitantes censados, según los datos de INE 2018. La población sube a un ritmo aproximado de 4.000 almas cada año, lo cual, siendo que es la segunda isla en extensión no debiera ser un problema, ya que tienen la densidad de población más baja del Archipiélago. Sin embargo todo aumento demográfico nos dispara cierta alarma social, ya que sabemos que somos un lugar frágil, con un paisaje frágil y una economía frágil.

El crecimiento poblacional está desarrollándose sin producir un cambio en el modelo productivo. Normalmente, los cambios de población acelerados van acompañados de cambios en el sistema productivo, sin embargo en Fuerteventura lo que estamos viendo es un aumento constante y pausado del mismo modelo, sólo atravesado por los intentos de bloquear la vivienda vacacional en zonas turísticas por parte del Gobierno de Canarias.

En lo que respecta a sus vaivenes políticos, como isla más antigua, Fuerteventura siempre lleva la delantera. En las pasadas elecciones vimos un pacto entre Ciudadanos, PSOE, Podemos y Nueva Canarias para desbancar a Coalición Canaria del Ayuntamiento de Puerto del Rosario. Lo de Ciudadanos en Canarias es para pensarlo. Para sentarse a pensar. Fuerteventura se comporta políticamente de forma similar a algunos municipios de Gran Canaria, como Santa Lucía o Telde, en tanto que mantiene una constante con el nacionalismo progresista, con leves tintes de insularismo, tan provechoso en ese erial que rodea Las Palmas de Gran Canaria. Nueva Canarias tiene mucha fuerza más allá de la capital.

Sabemos que Coalición en cada isla era diferente, y en Fuerteventura estaba compuesta aún por una formación política que se objetivó en su isla, la llamada Asamblea Majorera (en adelante AM). Usaron el mismo método que ATI en Tenerife o AHI en El Hierro, por nombrar los ejemplos más exitosos. Eran partidos que aunaban el interés común insular, y sólo eran percibidos en el eje izquierda-derecha fuera de sus fronteras.

Comprendieron que ser de izquierdas era importante, pero que lo fundamental era ser de Fuerteventura, y ahí andan.

En estos entornos, el PSOE, que representaba la izquierda en Lanzarote, Tenerife o La Gomera en aquel momento, lo tenía muy difícil, y no digamos ya el PCE, que en aquellos años sólo obtuvo representación en la isla de La Palma.

Tengamos en cuenta qué de los partidos de obediencia canaria, si bien en varias islas ICAN competía con formaciones de tipo insularista-populista que reconstruyen filas tras la debacle de UCD, en Fuerteventura ni siquiera pasaba eso. AM abarca un espacio amplísimo, cercano al 50% en voto válido durante los 80, con un PSOE muy débil y un centro-derecha incapaz, tan incapaz que acaba imitando el marco de AM para formar Iniciativa por Fuerteventura, tratando de ganar espacio por el eje insularista, totalmente hegemónico en el territorio, el cual superaba con creces las divisiones izquierda-derecha por el camino de la identidad.

Hay dos detalles más que condicionan Fuerteventura:

Durante la última discusión en la Junta de Canarias, órgano preautonómico del archipiélago, donde se decidió por 30 votos a favor, ninguno en contra y dos abstenciones, la entrada de Canarias en el Estado Autonómico por la vía del artículo 151 de la Constitución, los dos integrantes de Asamblea Majorera justificaron su abstención en la votación con el siguiente mensaje: «propiciar un amplio debate insular para que a través de él podamos asumir, entre todos, las riendas de nuestra historia». Poético. Precioso. Sólo propio de Canarias. Ni sí, ni no. La paz por delante.

Si algo debemos a lo que se formó alrededor de Coalición Canaria es haber expandido a todos los partidos políticos un respeto por eso de “asumir las riendas de nuestra historia”, y precisamente por eso dudo mucho que una oferta como la que hizo ATI a ICAN en el 95 sea hoy el camino que tengan las élites del Archipiélago para evitar la beligerancia con el poder político. Vivimos con mucha naturalidad y paz una identidad compleja y particular. Ser canario y ser español es indisociable, y en nuestro ser común está aquello de no entender muy bien la pasión por el nacionalismo, y es que tal como me planteaba el periodista Luis Alemany hace unos días, “hay un desapego no hostil hacia los símbolos nacionales”. Hablo de cualquier nación o aparato estatal.

En la llamada Junta de Canarias al menos participaron, no como los integrantes de Unión del Pueblo Canario (UPC), que no veían legítimo el órgano que dio pie a nuestro sistema institucional. En UPC había integrantes de formaciones del hoy como Podemos, Sí se puede o Nueva Canarias. UPC era un partido integrado por verdaderos nacionalistas canarios, muy influidos por la teoría marxista, de muy difícil encaje en Canarias a razón de su sistema económico.

Así, probablemente AM sea uno de los partidos más nacionalistas que haya habido en lo que fue CC en sus mejores momentos, sin duda, ellos e ICAN, hoy matriz de Nueva Canarias, forman el “verdadero” nacionalismo canario, que con la ayuda del PNC buscan hoy una disolución de CC en pro de una refundación común de las siglas de todos los partidos de obediencia canaria, con ánimo de formar un nacionalismo más comprometido con el nacionalismo.

Para terminar: es natural de ella el ideólogo de nuestros cabildos, Manuel Velázquez Cabrera, quien tenía en sus textos muy marcada la obsesión de que Lanzarote y Fuerteventura tuvieran un representante en el Congreso. Sin duda es uno de los referentes de nuestras islas, donde una vez más, son las llamadas islas menores quienes escriben y connotan más nuestra realidad que las mayores.

¿Qué sería de Canarias sin sus cabildos y su reparto de escaños entre islas capitalinas y no capitalinas?

Desde luego a veces menospreciamos a ese “16% de la población” que tanto ha marcado nuestra historia. Ojalá con el nuevo marco que se abre hoy tras 26 años de insularismo provinciano, podamos cultivar esa pan-canariedad tan ansiada por más de uno, para crear sentidos comunes capaces de traducir lo que se dice en una isla para que se escuche bien en la otra.

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