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El juez Garzón y la trampa de Santiago Pérez por Julio Trujillo

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Hacía referencia a un artículo de Santiago sobre la sentencia que condena al juez Garzón por tomar decisiones ilegales, que esa es la resolución del Supremo, concretamente por haber ordenado escuchas prohibidas. Y Santiago, lejos de analizar los hechos y la posibilidad de que la sala del Supremo tenga razón se entrega con entusiasmo a condenar a la derecha judicial y mediática. ¿Te acuerdas Santiago cuando hablábamos a hurtadillas en nuestro terror por las vigilancias de la Brigada Político Social?, ¿Recuerdas cómo aconsejábamos a los camaradas que no se excedieran por teléfono porque todo lo oían? Pues eso, exactamente eso, es lo que ha hecho Garzón, Santiago. ilegalmente. Ilegalmente aunque hubiera tenido sospechas. Ilegalmente aunque vigilara, y es mucho suponer, a presuntos delincuentes. Sólo se pueden interferir conversaciones de ciudadanos, en este caso de abogados, en las condiciones y supuestos que marca la ley. Ese es el principio de legalidad y ese es el criterio que aplicó el Supremo. La ilegalidad altera la justicia. Sin garantías no hay libertades. Y sin respeto a la ley un juez no puede seguir siéndolo. Me da vergüenza explicar estas cosas que debería estar explicando Santiago, que es profesor.

Pero ya que Santiago no fue al fondo de la sentencia a Garzón sino que se entusiasmó con su ataque a la derecha mediática y su acusación de carpetovetonismo a quienes han criticado (oh, enorme pecado de herejía) al New York Times, esa biblia progre que perdonó las fellatios a Clinton de las becarias pero es exquisita a la hora de descubrir que el pecado de Garzón no es prevaricar sino perseguir franquistas y corruptos, yo sí voy a ir al fondo de su artículo. Un artículo tramposo. Porque, en el fondo, como los buenos propagandistas, exalta los fines deseados para encubrir los miserables medios utilizados. Porque no es verdad que no importa que la justicia no sea rigurosa si consigue los fines necesarios. Los objetivos deben ser juzgados por su finalidad ética y sus procedimientos morales tanto como por sus resultados materiales. Pero no puede esperarse esta reflexión de quien se instruyó en Su moral y la nuestra, de Trotsky, una de las más brillantes defensas del cinismo y la inmoralidad que ha nacido del marxismo. Y, por cierto, no es mentira que el New York Times esté desinformado sobre España. Baste un dato: sigue denominando a ETA organización separatista vasca que practica la lucha armada. Ya me dirás.

¿Te has fijado Santiago que tu teoría de las jerarquías de los poderes, en la que estableces la elegibilidad como legitimidad y no el papel de equilibrio democrático, es totalmente antidemocrática y, desde luego, choca con la línea de flotación de la concepción clásica de democracia? Desde luego que el poder judicial puede ser elegible, pero el que lo sea no le otorga un plus. Eso te llevaría a negar la esencia democrática de no pocos países occidentales. Pero hay más. Elegir, ¿quienes y a quienes? ¿Afirmas que el sistema actual de elección de miembros del CGPJ o el TC es más democrática por el reparto que hacen los partidos que si hubiera una elección entre los propios profesionales de la justicia? Seguro que sí lo afirmas. Porque para la izquierda, y no sólo la mediática, lo esencial es el poder de la izquierda y como la mayoría de los jueces son “de la derecha judicial”, la única forma de salir las cuentas es que los partidos tengan fincas en los tribunales y no que éstos sean esencialmente garantistas. Total, te dirás, la justicia no es más que un instrumento para llevar a la sociedad al paraíso, quiera o no, y no para que viva en orden y elija libremente su destino. En fin Santiago, creo que yerras. Como jurista, como político y como autoproclamado demócrata. Y de verdad lo siento.

Julio Trujillo

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