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Golpe de Estado a la democracia griega

José Manuel Castellano / José Manuel Castellano

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La gravedad de este atentado a la soberanía popular avalado por “líderes democráticos” no está sólo en el cuestionamiento de legitimidad del mandatario griego de dar capacidad de expresión a la ciudadanía -sobre un asunto transcendental que sufre en propia carnes las duras consecuencias actuales y que marcará, sin duda, el futuro de varias generaciones- sino en la implantación de un nuevo orden internacional antidemocrático. Este es el primer paso hacia fin de la soberanía popular helena o, mejor dicho, su adquisición por los mercados y el principio de un nuevo período involucionista global.

Realmente resulta inauditas las manifestaciones del presidente del Consejo Europeo, Herman van Rompuy, del presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, o las del candidato Alfredo Rubalcaba, entre otros, que se muestran contrarios a la celebración de un referéndum que puede trastocar los planes y poner las cosas patas arriba en el viejo continente. Y más que absurda, podría calificarse, las declaraciones del Secretario de Estado para UE, López Garrido, en las que señala que “los referéndum son para reformas constitucionales”. Pero no por inauditas y absurdas dejan de tener un peso de fuerza interno y externo que pretende crear un nuevo concepto de legitimidad a la intervención e injerencia de los mercados.

Asimismo es inamisible el ultimátum lanzado por la UE de bloquear 8.000 millones a Grecia hasta que cumpla el acuerdo, a sabiendas que se quedará sin fondos en cuestión de semanas. Esta medida, probablemente evaluada también con total precisión desde Europa, tiene como finalidad acentuar la degradación social helena y justificar una posible intervención militar que restablezca el orden. El orden de los mercados, por supuesto. Una parte de ese dinero iba destinado al abono de los retrasos a las fuerzas de seguridad del Estado y del ejército. Y su bloqueo, por la nueva reorientación de Papandreu, ha generado un profundo malestar en la cúpula militar y puede ser el origen de la reciente sustitución de su plana mayor por el ruido de los sables. Solo cabe esperar.

Tampoco es de recibo ese intento de dirigir desde el exterior la consulta popular, planteando la salida o permanencia de Grecia en el área euro. Y esta propuesta también ha encontrado eco. Algunos sectores del Movimiento Socialista Panhelénico (PASOK), partido que sostiene al gobierno, ya han manifestado públicamente su rechazo al referéndum y han solicitado la conformación de un Gobierno de salvación nacional. La semilla ha sido plantada.

Pero el origen del problema griego, su endeudamiento como ha señalado Ignacio Escolar, no tiene como único responsable al gobierno de Papandreu -que mintió con sus cuentas y que gastó más de lo que tenía- sino también a la complicidad del mundo financiero. Directivos del banco estadounidense Goldman, Mario Draghi y Antonio Borges, fueron los encargados de montar una ingeniería financiera para maquillar la enorme deuda. Y curiosamente estos personajes -Draghi, actual presidente del Banco Central Europeo, y Borges, dirigente en estos momentos del FMI en Europa- son los mismos que ahora pretenden salvar a Grecia de la ruina.

Tampoco se escapa de su responsabilidad, la hipócrita política del Consejo y Parlamento europeo, que ha alcanzado límites insospechados como ha denunciado el eurodiputado Cohnn-Bendit. Es evidente que no se puede exigir a Grecia la aplicación inmediata de medidas imposibles, mientras que Europa hace negocio a costa de los planes de rescate, al tiempo, que concede créditos para que el país heleno adquiera armamentos. En estos últimos meses, Francia ha vendido a Grecia seis fragatas por 2.500 millones de euros, helicópteros por 400 millones, diez o más cazas de combate por 100 millones cada unos. Mientras que Alemania le ha suministrado seis submarinos por 1.000 millones de euros.

En fin, que poco se puede esperar de esta Europa de los mercaderes, que exige la inmolación de la sociedad helena en beneficio de la tranquilidad del mercado franco-germano y, especialmente, del fortalecimiento de un nuevo orden en manos de los avariciosos especulares financieros. Y poco debemos esperar que este cambio de orientación de Papandreu responda a los intereses del nuevo movimiento social, político y sindical surgido y organizado en este contexto de malestar general. El futuro de la cuna de la democracia clásica se ve muy negro. Y el nuestro parece que va a su encuentro.

José Manuel Castellano

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