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Gregorio Peces Barba. Poder Político, Constitución y Democracia. Elogio de un discurso

Juan Manuel Verdugo Muñoz

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Diario de Sesiones del Congreso de los Diputados. 25 de Noviembre de 1982. Recién elegido presidente de la Cámara, el profesor Peces Barba diserta sobre Derecho, Democracia y Poder Político en el discurso inaugural de una legislatura que arranca con una mayoría socialista aplastante y una sociedad española convulsa tras la intentona golpista de hace apenas año y medio y el constante goteo de sangre que las pistolas de ETA dejan a su paso.

Dice Peces Barbas : “El poder será legítimo también en su ejercicio, a través de la creación de las reglas de juego que permiten su funcionamiento reglado, es decir, sometido al Derecho y no arbitrario, y que permiten el cambio, la reversibilidad del poder…Esta filosofía está en la base de la concepción democrática del poder legítimo y es también la raíz de la Constitución española de 1978. El pueblo español la comparte, por inmensa mayoría, como lo ha demostrado la masiva participación en las elecciones del 28 de octubre. Los que no la defienden, los enemigos del sufragio universal, quizá porque no son ni serán nunca capaces de ganar unas elecciones por ese sistema, son dogmáticos, violentos y dispuestos a imponer sus ideas por la fuerza. A través del tiro en la nuca, del atentado irracional, o del insensato intento de romper con un golpe de fuerza la legalidad, se pretende sustituir la incapacidad para trabajar en una sociedad plural. Nuestro pueblo puede estar tranquilo porque su rechazo de esas posiciones, nítidamente expresado en las elecciones, tienen en las instituciones del Estado y en estas Cortes Generales una continuidad inamovible.

El orden social que resulta del ejercicio del poder legítimo se expresa por medio del Derecho que se produce en las Cortes Generales y que es el signo primero y más importante de la soberanía. Los sectores marginados de la convivencia democrática están contestando la firmeza de este orden social y de su ordenamiento jurídico, que deriva de la convicción de la inmensa mayoría, y saben que no pueden derribarlo utilizando la violencia. No pueden hacer sino renunciar a ese cauce y volver al seno de los que quieren la paz, la convivencia y la libertad para nuestro país, aceptando las reglas del juego de la Constitución y del resto del ordenamiento jurídico. Otra actitud sería condenarse a permanecer en las tinieblas que conducen sólo a la destrucción y a la muerte…“

Los discursos parlamentarios en ocasiones adquieren valor con el tiempo y este es uno de esos discursos que conviene rescatar de la memoria del Diario de Sesiones para constatar lo que en ese momento no deja de ser un anhelo cuya materialización histórica ya se advierte lejana.

Dicho discurso, cuyo destinatario, además del sector castrense y civil que no compartían el devenir democrático en la forma política del Estado nacida de la Constitución, no era otro -como fácilmente deducirá el lector- que aquella parte del cuerpo político que con su apoyo justificaba la violencia y el asesinato como instrumento de transformación política.

Tras dicho discurso, la sociedad española tuvo que seguir sufriendo la pérdida de cientos de vidas inocentes- producto de la inmoral utilización de la violencia por quienes perseguían fines lícitos mediante medios e instrumentos perversos-.

Fruto de la firmeza del Estado de Derecho y fruto de la toma de conciencia por amplias capas de la sociedad vasca que abandonaron paulatinamente el apoyo ciego al uso de las pistolas, la barbarie del terrorismo forma parte de nuestra historia reciente y ha mudado en una compleja situación de convivencia entre ciudadanos que comparten un espacio común, donde las armas y el terror han dado paso a la palabra como instrumento de confrontación política.

Por ello, cuando Bildu apoyó la pasada semana junto al resto de fuerzas parlamentarias, incluido Ciudadanos, varios decretos leyes de contenido social sujetos a convalidación en el Parlamento, la conclusión no debiera ser otra que considerar pacíficamente el sometimiento de dicha formación política a los resortes democráticos que la Constitución del 78 establece.

El deseo de Peces Barba expresado en aquel discurso se materializaba históricamente, pues mediante ese voto, aquéllos que hace 36 años utilizaban y justificaban las pistolas abjurando del Estado español como simple entidad política represora, venían a aceptar las reglas del juego democrático votando a favor de que un ciudadano de Burgos pueda disfrutar de ocho semanas de paternidad o que una ciudadana de Sevilla tenga la oportunidad de formalizar un contrato de arrendamiento con un mínimo de cinco años, y todo ello sin renunciar a defender desde instrumentos democráticos-tal y como ha declarado el Tribunal Constitucional- la idea de que el País Vasco pueda ser en el futuro una entidad política soberana.

Denunciar esta transformación inmensa de nuestra realidad política e histórica por parte de quienes quieren hacer uso del aprovechamiento ventajoso de la misma, es tanto como desear que dichos representantes políticos sean condenados a permanecer en las tinieblas que conducen sólo a la destrucción y la muerte, tal y como exhortaba el viejo profesor Peces Barba aquel otoño del 82, con lo que ello supuso en términos de dolor, injusticia e incomprensión.

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