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Ilegalidad animal

José A. Alemán / José A. Alemán

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Pilar Merino, consejera de Agricultura, etcétera, afirmó ayer, en el Parlamento, que el 85% de las explotaciones ganaderas de Canarias son ilegales. Agüita. Lo dijo con la naturalidad del hombre (o la mujer) del tiempo cuando informa de que igual llueve o seguirá el sol rajando las piedras.

Una naturalidad contagiosa ya que la oposición aceptó el dato sin pestañear ni salirse del guión de criticar la política agraria y la poca atención del Gobierno a los problemas del campo, que es lo obligado. No se les ocurrió, a los psocialistas, mirar a los lados y caer en la cuenta de que tiene mandanga que la consejera reconozca, sin sonrojarse, que de las casi 10.000 explotaciones ganaderas que hay en las islas sólo 1.500, por decirlo en número redondos, están debidamente legalizadas. Ni preguntarse cómo es posible que este Gobierno y los que le precedieron lo hayan permitido.

Dado que una explotación ganadera no es actividad silenciosa ni inodora, debo suponer al Gobierno al cabo del incumplimiento de la legalidad medioambiental y urbanística. Y no es temerario afirmar que tal incumplimiento ha sido sistemático hasta el punto de alcanzar índice tan elevado de explotaciones que se han pasado la ley por las ubres; o por los huevos, caso de gallinas estresadas.

En el mismo acto, como es habitual en el Ejecutivo, se infló Merino a anunciar leyes entre las que figura una de Regularización de Explotaciones Ganaderas y dos piedras. Dijo, para variar, que está “muy avanzada”. Estupendo.

Y hay más: Merino puso en evidencia sin querer a los servicios de vigilancia medioambiental y urbanística que no se han enterado durante años de que tanto animalito suelto resultaba raro. A éstos les ponen una ganado de cabras en los jardines de Teobaldo Power y piensan que es cosa del Día de Canarias; si, encima, Paulino se remanga para ordeñarlas, ni les cuento. No es cierto, en cambio, que el programa de estudios de la guanchancha incluya prácticas de conducir vacas por el cabestro ni lecciones para diferenciar las autóctonas de las frisonas inmigrantes que ponen todo perdido de puro saturado. Lo de echarle un puño a la baifa es de otro cursillo.

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