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Izquierdismo por Daniel Casal

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Nada encoleriza más a los izquierdistas como notar el avance de las posiciones revolucionarias, especialmente el fortalecimiento de sus organizaciones, es en ese momento cuando esta corriente se expresa con mayor virulencia y concentra su atención en la critica voraz a la expresión organizada de los trabajadores.

Se trata de una posición especialmente peligrosa, el izquierdismo se empotra en las organizaciones obreras y populares, se reviste de un lenguaje revolucionario y se presenta ante la militancia envuelto en un halito intelectual-revolucionario tratando de encandilar con consignas extraídas de textos de importantes teóricos leídos unas horas antes de llegar a la reunión.

Es cierto que durante un tiempo, a veces largo, los izquierdistas consiguen el reconocimiento de sus compañeros, incluso es frecuente, sobretodo en organizaciones aun no muy maduras, el que este tipo de personas alcancen tareas de cierta relevancia en la organización de que se trate. El aparente ardor revolucionario del que se reviste esta expresión de la pequeña-burguesía pronto comienza a dar síntomas de agotamiento.

Otra característica tradicional de este fenómeno es la impresionante consideración de si mismo que posen estos elementos, la lasciva autosatisfacción pseudo-intelectual los conduce sin remedio a confundir ( intencionadamente ) la táctica con la estrategia, a transitar entre el oportunismo político y la ramplonería, a no identificar el momento histórico en el que viven, y por lo tanto a no distinguir cuales son y deben ser las tareas y los ritmos de las organizaciones en cada momento histórico y político.

Es común al izquierdismo la nostalgia por tiempos pasados, aquellos tiempos en que siete estudiantes sentados en un bar, decían ser la organización revolucionaria del pueblo, eso si, ausentes de cualquier vinculo organizativo con este, fundamentalmente con los trabajadores y sus organizaciones. De esta forma se mantenían ausentes, ajenos a sus movilizaciones, a sus aciertos y a sus errores, de esta forma también quedaban exentos de cometerlos. De lo que jamás están ausentes es de la critica voraz y todo lo destructiva posible.

Es un clásico en el izquierdismo, impedir que el objetivo perseguido por las organizaciones revolucionarias se alcance, ni siquiera se aproxime. La razón es “sencilla”. Cuanto mas se agudizan las contradicciones y se profundiza la lucha de clases, mas al descubierto queda lo reaccionario sus posiciones.

Compañeros, por insalvables diferencias políticas e ideológicas, no milito en ninguna corriente izquierdista, milito en la organización revolucionaria del pueblo trabajador, Unidad del Pueblo.

* Miembro del Consejo Nacional de Unidad del Pueblo

Daniel Casal*

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