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Jóvenes y violencia de género

Carmen Coello / Carmen Coello

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Resulta imposible comprender que en la era de la plena escolarización, de la educación en la tolerancia, del respeto y la igualdad, sigan apareciendo jóvenes con ideas trasnochadas de posesión que realmente asustan. La existencia de tres tipos de maltrato, precisamente entre los nacidos en las últimas tres décadas, deja al descubierto que no se avanza tanto como creemos; están ahí presentes entre todos y todas: la violencia física, la sexual y la psicológica y es ésta última la más sibilina, la que se percibe a más largo plazo.

Según datos obtenidos del Ministerio de Igualdad, las órdenes de protección a chicas maltratadas en nuestro país es del 40% y las muertas a manos de sus exparejas o parejas actuales llevan al alarmante dato del 30%; ¡son casi niñas!, menores de la treintena. Algo estamos haciendo mal; nadie puede negar que algo muy grave esté ocurriendo y no precisamente en parejas maduras -que también- con otra formación más precaria o carente de ella.

Educar en valores igualitarios desde la más tierna infancia es la única solución viable. “La coeducación en igualdad” pasa por la educación integral de chicos y chicas. Si nos centramos sólo en las chicas y olvidamos la educación de los chicos, poco vamos a conseguir; no obstante las chicas deben evitar desde temprana edad convertirse en esclavas de sus supuestos novios y que ellos plasmen en su relación patrones obsoletos, copiados de casa, de su entorno más cercano, donde el sentimiento de propiedad es palpable; ellas no lo notan hasta que no tiene remedio o despiertan de la pesadilla y se apartan de la situación. El concepto de dominio, de fuerza sobre el más débil, es palmario en todas las facetas de la vida y el ejemplo más claro es el del acoso escolar que prolifera pese a campañas por doquier.

Padres y madres debemos ser las primeras personas en abrir los ojos a nuestros hijos e hijas a “una realidad excluyente”, de otro modo no podríamos alcanzar una sociedad igualitaria. Las chicas tienen que ser conscientes de su discriminación, pero los chicos también tienen que reconocer que esa discriminación existe y repudiarla. “Las mujeres del futuro” deben tener bien claro cuál es su papel social y cómo deben moverse en la vida para evitar ser -en el más mínimo caso- menospreciadas por el simple hecho de su sexo y ellos deben aceptar de forma natural el rol de cada uno en la sociedad moderna. Nuestras “niñas” tienen que saber -deben comprenderlo proporcionándoles las herramientas educativas adecuadas- que bajo ningún concepto pueden admitir ningún tipo de control: horario, en su forma de vestir, en sus relaciones sociales o a la hora de tener o no prácticas sexuales; estas restricciones terminarán con violencia de género en todas sus facetas: vejaciones, humillaciones, golpes, insultos y en algunos casos hasta la muerte

La baja autoestima, el pensar que ella es la reina de la fiesta porque el guaperas de turno la ha elegido, debe ser desechada de la imaginación de las que piensan que todo es “amor” cuando en realidad es absoluta violencia.

Los centros educativos, en particular los institutos, son el caldo de cultivo para situaciones penosas a las que muchas chicas no pueden ni saben enfrentarse; serán, en primer lugar los padres y madres, a continuación el profesorado -sin olvidar a los verdaderos amigos y amigas- los que ayuden a que esta lacra social poco a poco desaparezca.

Carmen Coello

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