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Machangos reales

Cristóbal D. Peñate

Las Palmas de Gran Canaria —

Si la UD Las Palmas hubiera subido a primera ahora no estaríamos hablando de los machangos que invadieron el campo del estadio de Gran Canaria. Los mismos que hoy, henchidos de rabia, acusan a estos mentecatos de ser los causantes de que el equipo gualdazul no ascendiera al paraíso, se habrían olvidado esa misma tarde de culparles al entender que estamos rodeados de gamberros y maleantes en vez de simpáticos hinchas por todas partes, menos por una, que para eso somos islas. Si hoy no somos de primera no es por ellos sino por el empate a uno con el Córdoba. Nos sobró un gol. Que la gente no se confunda.

En medio de la trifulca, la empresa de seguridad del presidente y la policía echándose las culpas mutua e irresponsablemente en una situación rocambolesca muy edificante, discutiendo si los perros son galgos o podencos y, mientras, las camas sin hacer. Si fallan los máximos responsables, estamos perdidos.

Muchos de esos jugadores son de origen humilde, tanto como los invasores del campo el otro día, pero han tenido la suerte de toparse con una pelota y saber tocarla bien. Aprendieron a jugar en los mismos campos de tierra y pulgas de barrios periféricos. La diferencia entre unos y otros es solo de coincidencias, casualidades y suertes. Los que saltaron al campo a jugar podían haber sido del bando de los invasores. Y viceversa. En buena medida tienen la misma procedencia, son chicos de barrios marginales.

Esos niñatos que saltaron al césped del estadio son los mismos que pululan por nuestra ciudad, nuestros barrios, nuestros pueblos y nuestras islas todos los días del año. No aparecieron como por arte de magia ese día en Siete Palmas. Lo que ocurre es que solo nos molesta cuando se interponen ante nuestras ilusiones más perentorias.

Porque para los que se creen más listos, civilizados y educados, es mucho más apremiante y urgente que un equipo de jóvenes millonarios suba a primera antes que se arreglen nuestros problemas de desempleo, sanidad, educación y servicios sociales. Eso puede esperar.

Da igual que seamos unos analfabetos ignorantes, unas piltrafas tiradas en una camilla de hospital en un pasillo recóndito, unos guiñapos dependientes y discapacitados sin ayudas o unos parados desesperanzados que no tenemos donde caernos muertos. Todo eso pasa a un segundo plano si nuestra UD se codea con el Madrid y el Barça, si presumimos que nuestros futbolistas juegan con los mejores del mundo, como si eso nos fuera a cambiar realmente la vida.

Una sociedad que no sabe discernir ni apreciar dónde están sus prioridades va a la deriva. Está tocada a la espera de ser hundida.

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