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Si Clavijo fuera la mitad de torpe que Rajoy, ya habría pedido su dimisión hasta el bedel del Parlamento. Es muy difícil mantenerse en la Presidencia del Gobierno a la vez que se dicen tantas barrasadas públicas. Hay que ser un buen funambulista, a falta de buen gobernante. Tiene su mérito.

Mariano Rajoy se plantó sin sonrojarse en la boda de Javier Maroto, ex alcade de Vitoria y dirigente del PP, que se casó con su novio de toda la vida después de haber proclamado en la última década mil improperios contra el matrimonio gay aprobado por su antecesor en La Moncloa.

Desde que Zapatero osó promover el matrimonio entre personas del mismo sexo, secundado por el paisano López Aguilar en el Ministerio de Justicia, el PP de Rajoy salió a la calle para protestar mano a mano con la jerarquía eclesiástica más rancia y las fuerzas rojigualdas más reaccionarias.

No solo eso. También el PP de Rajoy presentó hace unos años un recurso contra esta ley socialista ante el Tribunal Constitucional con el objeto de que este la liquidara antes de que cantara el gallo. Posteriormente, el PP descubrió que también tenía homosexuales en su partido y que sus gays y lesbianas estaban en este asunto más cerca de Zapatero que de Rajoy.

Sin embargo, el partido conservador siguió en su lucha contra la ley de Zapatero, fundamentalmente como ariete de acoso y derribo de su Gobierno. De hecho, desde que el PP llegó al poder casi se ha olvidado de la ley de matrimonio homosexual. Ahora ya no importa mucho porque el Gobierno socialista es pasado y el popular es presente, aunque muchos dudan de su futuro más inmediato.

La táctica electoralista de Rajoy ha cambiado: en su estrategia antes se oponía a la ley de Zapatero para gastar y acabar con el Gobierno socialista; ahora, como ya gobierna y sabe que su postura es ultraconservadora y conecta poco con una sociedad avanzada y democrática, se olvida del asunto y hasta el presidente y todos sus adláteres acuden a la boda gay de un compañero sin dar explicaciones de su incoherencia, de su cambio fortuito de discurso. La incongruencia y el oportunismo han llegado a tal extremo que ni siquiera los populares han retirado el recurso presentado en la década anterior en el Tribunal Constitucional.

Rajoy es así de torpe e incoherente. En su última entrevista radiofónica ha mostrado su desconocimiento total de la realidad catalana (y de la canaria no te digo) y en las redes sociales ya han hecho de él el imitador más genuinio de Hommer Simpson. Cuando recibió a la selección española de baloncesto no se le ocurrió otra cosa que decir que había batido el récord de medallas porque los países que tienen más, la Unión Soviética y Yugoslavia, ya no existen. Y es verdad: no existen hoy porque hace años que se dividieron y se independizaron sus territorios nacionales. Cerrilmente Rajoy regaló argumentos a los independentistas catalanes en la semana en la que deciden sobre su soberanismo. Realmente no se puede ser más torpe.