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Nuevo escenario para el PP

Salvador García Llanos

Las Palmas de Gran Canaria —

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Es saludable, sí, que el Partido Popular (PP) afronte un proceso de renovación o modernización que, primero, lo saque del sindiós en que se encuentra (desde aquel tamayazo que hay que situar como pecado original) para luego dejarlo -ya con menos cargas, se supone- en un campo de actuación política donde se desenvolvería intentando avanzar para configurarse como una derecha o una formación conservadora capaz de aglutinar ese espacio natural de la sociedad española, liberándose de sambenitos y estigmas que han condicionado su trayectoria.

No será fácil, desde luego, pero si a los partidos que han ejercido el poder se les recomienda, al cabo de un tiempo, un paso por la oposición donde purgar errores y pecados de poder y renovar caras, ideas, discursos y estrategias, esta oportunidad no viene nada mal a una organización afectada por numerosos casos de corrupción política que han ido mermando su capacidad de aguante y su propia credibilidad.

Hay que empezar, por tanto, a ver con normalidad que haya militantes y cargos en busca de una presidencia orgánica. Aquí puede que haya llamado la atención el número, pero en esa carrera, salvo liderazgos unipersonales indiscutibles -cada vez menos deseables, aunque a las derechas tradicionalmente les gusten- es positivo que haya una participación plural. Que los aspirantes expongan, hablen y revelen su modelo de democracia interna. Para que los militantes escuchen, valoren, decidan... y luego, además de respetar los resultados, tengan fundamentos para exigir responsabilidades o renovar la confianza otorgada.

Cierto que es una experiencia casi totalmente nueva en el PP, pero tenía que llegar el momento. Primarias en el partido conservador: ¡quién lo iba a decir! Eso es bueno para la democracia, para el sistema... y para el propio PP. Porque los partidos políticos maduran a base de decisiones trascendentes y esta es una de ellas: nada mejor que las conciban y las escriban los propios militantes, para elevar su compromiso, para hacerse auténticos corresponsables del paso que dan.

A las pruebas democráticas -esta es una de ellas-, si están bien dispuestas y controladas, si están amparadas por respetables soportes estatutarios, no hay que temer. Esta catarsis del PP tiene mucho de querer superar los inmovilismos o el anquilosamiento que ciertos convencionalismos y cierta cultura orgánica favorecieron, posiblemente propiciando ese marco de juego. Ahora las cosas cambian y las imperfecciones que se adviertan deben servir para corregir y hacer que funcionen mejor los mecanismos que la propia organización se ha dado. Aunque, al final, casi todo se reduzca -como en otros partidos- a controlar y gestionar a conveniencia el censo de afiliación.

Sin olvidar que aún quedan pendientes resoluciones judiciales que, independientemente de su contenido, condenatorio o absolutorio, podrán al desnudo una etapa negra y turbia que contribuyó a la necesidad de una regeneración que comienza, precisamente, con este proceso del que hablamos.

Puede pasar cualquier cosa, es verdad. En más de una ocasión hemos dicho que en la derecha todos se saben lo de todos y cuando se quita la chapa puede brotar lo más inesperado. Y porque el fuego amigo no se anda con distingos cuando se abre, tal como hemos comprobado recientemente. Puede ocurrir que hasta cambien las siglas, en un intento de enterrar ese pasado tan agitado y tan doliente. Ya veremos si la refundación tiene esa orientación.

De momento, saben en el PP que se mueven en un escenario novedoso y en un paisaje donde, antes que revolverse no importa cómo para recuperar el poder, interesa -y mucho- andar con pasos firmes, seguros y persuasivos. Recordemos aquella dulce derrota de Felipe González y del PSOE. Por no darlos, miren lo que ocurrió.

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