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De la OTAN a la CUP

Carlos Espino

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Todavía hoy, el PSOE sigue pagando las consecuencias de su cambio de postura con respecto a la permanencia de España en la OTAN. Tras haber defendido aquel inolvidable “OTAN de entrada no”, Felipe González cambia de postura y convoca un referéndum en el que da la palabra a la ciudadanía para decidir sobre la continuidad en la Alianza Atlántica.

Saltamos unos años adelante y la CUP, que hizo bandera de su negativa a investir a Artur Mas, lleva a una asamblea la posibilidad de respaldar al candidato de Junts pel Sí. Lo hace mediante un proceso asambleario que es saludado como un gesto democrático sin precedentes.

Más allá de la anécdota del empate en la asamblea de la CUP, que ha devuelto la pelota al Consell Politic de la formación, ambos casos coinciden en que una fuerza política necesita legitimar un cambio de postura que contradice un compromiso electoral previo. Sin embargo, difieren los mecanismos utilizados por cada uno de los actores.

El el caso del PSOE, su secretario general podía haber realizado una consulta a sus bases, o trasladar la decisión a sus órganos federales, pues el Partido Socialista no tiene carácter asambleario. Sin embargo, consideró que tal cambio de criterio debía de ser sometido a un contraste más amplio y optó por someter a referéndum la permanencia de España en la OTAN.

Por contra, los órganos de dirección de la CUP han considerado adecuado solventar la situación con una consulta a sus bases. Salvando la imposibilidad de la CUP para organizar un referéndum, que ya se sabe que los referéndums los carga el diablo, lo cierto es que la organización asamblearia podía haber optado por una consulta popular, que abriera la posibilidad de participar no sólo a los militantes, sino a la sociedad catalana en general.

En cuanto a la legitimidad para adoptar la decisión, el PSOE había obtenido en las elecciones generales previas al referéndum un 48,11% de los votos (10.127.392) y disfrutaba de 202 escaños sobre 350, una mayoría sin parangón en la historia democrática de este país. En el referéndum votaron 17.246.458 personas, ganando el sí por un 52,5% (9.054.509 votos a favor), por lo que con independencia de que guste o no la decisión, lo cierto es que fue adoptada de manera democrática.

La CUP obtuvo en las últimas elecciones catalanas un total de 336.375 votos, lo que representa el 8,2% de los votos y supone 10 escaños sobre 135. En la asamblea celebrada este domingo, han participado algo más de 3.000 inscritos y se ha registrado un empate a 1.515 votos. Unas tres mil personas han sustituido, como mínimo, a más de trescientas mil que respaldaron las candidaturas de la CUP.

Las similitudes son claras. Ambas fuerzas, PSOE y CUP, han pasado por una situación en la que han considerado adecuado desdecirse de un compromiso previo. Ambas fuerzas han buscado la legitimidad para ese cambio de criterio sometiendo la cuestión a un cuerpo decisorio mucho más amplio que el de sus órganos de dirección.

Las diferencias son claras también. El PSOE de Felipe González opta por dar voz a la ciudadanía, mientras la CUP reserva la capacidad de decisión a su militancia.

Sin embargo, a pesar de las similitudes que igualan ambas situaciones, y las diferencias que juegan en favor del PSOE, el juicio de la historia ha condenado al PSOE a penar de manera irredimible por su cambio de criterio, a pesar de haberlo contrastado con la ciudadanía. Mientras, la CUP protagoniza un “hito democrático sin precedentes” por reunir a sus militantes en asamblea.

Preocupa pensar que en un escenario que se vuelve política y socialmente cada vez más complejo, se trabaje con simplificaciones tan burdas y con análisis tan lineales.

*Carlos Espino es militante socialista

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