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Obispos y familias cristianas

Juan García Luján / Juan García Luján

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En el vídeo de la tele después de las declaraciones del papi feliz veo un público formado por alegres familias y grupos de monjas mirando al jefe, Antonio María Rouco, en el escenario sólo hay hombres. Son los que mandan en la Iglesia. Ninguno de ellos ha tenido hijos. Después de estudiar Teología asumieron el voto del celibato, un compromiso para no tener relaciones sexuales, para no tener hijos, para no formar ninguna familia. Las monjas hicieron lo mismo que los curas, la única diferencia, que no es poca, es que ellas además de comprometerse a no ser madres, a no formar familias, se comprometen a obedecer a los hombres que dirigen la iglesia católica.

Me quedé hecho un lío con la frase de mi hija. ¿Seremos una familia cristiana y no nos hemos dado cuenta? Así que para salir de dudas me fui a la prensa digital y me puse a leer cristianamente el sermón de cuatro folios de Rouco Varela. Con cada párrafo de Antonio María Rouco me hacía un lío mayor. Dice que hay que seguir el modelo de María, que se quedó embarazada del Espíritu Santo. Y de José, que asumió la paternidad sin denunciarla, ni acudir al Diario de Patricia a exigir el test de paternidad. Entonces me empiezo a dar cuenta que no coincido con ese modelo, porque la creación de mis chiquillos no tuvo que ver con ninguna palomita. Quizá si Rouco se hubiera ido al Génesis me hubiera identificado más, pero no en la parte de crear a mi parienta tras extirparme una costilla, sino en la de estar en un Paraíso, desnudos, y ver llegar a una serpiente que nos ofrece una manzana. Mi compañera es más de frutas que yo, así que seguro que le hubiera pasado lo mismo que a Eva, y se hubiera llevado a la boca la frutita, y después nos hubiéramos puesto a pecar gustosamente tras despedirnos de la serpiente.

Pero cuando estoy acabando el folio tercero ya no puedo tragarme más el sermón. Cuenta Rouco el momento en el que María y José llevan al niño Jesús a las puertas del Templo para ofrecerlo a Dios, como mandaba la ley de Moisés. El justo y piadoso anciano Simeón predice el destino del chiquillo que será Mesías: “Mira, este está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten, será como una bandera discutida, así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti una espada te traspasará el alma” (Lucas, 2, 34-35). ¿Israel?¿El sacrificio de un niño? ¿De qué hablaba Rouco? Cuando Rouco leía el párrafo del evangelio de Lucas, en la Gaza de hoy habían sido asesinadas casi trescientas personas por los bombardeos de la aviación de Israel en menos de 24 horas. Muchas de esas víctimas eran niños. Claro que no eran familias cristianas, pero eran familias musulmanas, hijos e hijas de Alá. Pero el problema para Rouco es que en España los homosexuales ya pueden legalmente formar una familia, y adoptar hijos, para compensar la muerte de la familia y el fin de la procreación que provocan las vocaciones sacerdotales. El problema son los abortos, y no los niños enterrados por las bombas asesinas. Podía haber aprovechado esa alusión a Israel para mostrar su compasión cristiana por las víctimas asesinadas en Gaza, pero el cardenal arzobispo de Madrid prefirió no perder el tiempo en esas boberías. Dejé de leer el sermón de Rouco y me vino a la cabeza la frase que su sobrina Magdalena dijo en la portada de Interviú “a través de mi tío he descubierto la hipocresía de la Iglesia, que predica una cosa y hace la contraria”. Palabra de la familia? de Rouco.

Juan García Luján

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