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Peluquero recórtate a ti mismo

Carlos Juma / Carlos Juma

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Hasta en el sentido del recorrido tenemos en común con la Vida que es único, siempre adelante, nunca retrocede. Unas veces lleno de aguas cristalinas, otras sediento de su propia agua, tumultuoso, amable, rinde tantas caras como estados de ánimo tenga su contenido.

La agobiante reiteración del vocablo “crisis” ha terminado por carecer de sentido. No se puede perpetuar en el tiempo sin traicionar su propio significado.

La situación que vivimos a nivel socio-económico es tal y no crisis, es un estado de las cosas. No estamos atravesando una situación de ruptura, ya se rompió hace años y mantenemos una dinámica de constante caída. Es lo que debe acontecer cuando la expansión toca techo,- e indefectiblemente tiene límite-. Es necesario el decrecimiento.

Hay ejemplos de vacas gordas y flacas, de épocas pasadas, de las siete plagas, de inscripciones en piedra discrepando de la juventud de hace tres mil años y no aceptamos que somos los mismos de aquellos tiempos, incapaces de aprender de nuestros errores, de no saber verlos, y situarnos reiteradamente en las maravillas del mundo como paradigma del pasado. Conviene pues leer nuestro pasado para percatarnos de que esto es más de lo mismo, de nuestro paso cíclico por la dimensión del tiempo y del espacio.

Siendo cierto que “un santo triste es un triste santo”, una sociedad triste es una triste sociedad. La tristeza emerge como consecuencia de la frustración. No es precisamente alegrías lo que nos depara el comportamiento social si la estudiamos por estratos; desde aquel que asume el poder por métodos tan repugnantes como la reiterada oferta mentirosa de quién sabe que no tiene nada que ofrecer hasta la más doliente de quienes no tienen pan para tanta hambre, los escalones aumentan su altura en el esperpéntico ejercicio de insuflar aire al acordeón social. Y los brazos que abren y cierran la sociedad, acercándonos o alejándonos, tienen una enorme fuerza pero carecen de la autoridad conferida por el conocimiento.

Corresponde a todos, y no solamente a los que se tienen por designados, realizar el ejercicio de decrecer la altura de los escalones sociales, buscar la igualdad de oportunidades, aliviar tanto dolor. Y en ello debemos estar todos. Cada cual con sus recursos, estimulando el movimiento del dinero, no para crecer exponencial y equivocadamente sino para que no huela mal en su jaula. Hay que airearlo.

Esta situación de decrecimiento económico debe tener como contrapartida el crecimiento de los auténticos valores humanos y simultáneamente mover las aguas dinerarias. Las aguas estancadas huelen muy mal, se corrompen. El dinero va y viene pero paraliza la economía si no se mueve.

¿Qué sería de nuestros riñones si no tuvieran nada que filtrar? Indudablemente se pararían. Tal sucede con la economía.

El miedo es el síntoma capital de la ansiedad, y nuestra sociedad está enferma de un trastorno del estado de ánimo que se mece con la ansiedad, la depresión. Estamos tristes y con mucho miedo, y criticamos con dureza que haya fiestas en el pueblo, estadios llenos de gente. No quiero ni pensar como estaría una sociedad con estadios vacíos, sin fiestas del lugar ni boleros que cantar.

Es necesario arrinconar tanto miedo, hacerlo desaparecer, luchar por una sociedad mejor, justa, aminorando los desajustes graves, infundiendo fuerza y energía positiva, gritando aquel simpático lema in crescendo,“ somos gente pacífica y no nos gusta gritar”.

El río y la Vida tienen un trayecto con punto de destino, unas veces con cauces ocultos, otros a la luz.

Importa mucho que quienes asumen la responsabilidad de administrar lo público tengan la laureada de los vencedores romanos y la frase continua del portador de la corona, “recuerda hombre que eres mortal”.

Importa mucho que la aceptación de la herencia en política no sea a beneficio de inventario, es una aceptación pura y simple del caudal relicto y por ende, de lo bueno y de lo malo con todas sus consecuencias.

Importa mucho que el dinero se mueva, que se pierda el miedo y se actúe con la debida prudencia, que los políticos abandonen las majaderías de miles y miles de normas que atenazan y esclavizan a los que dicen servir.

Importa mucho el valor de la honradez, de la honestidad de la conducta, que no es otra que actuar acorde con lo que se piensa,-espero que para bien desde luego-.

Importa mucho la Justicia, la incansable búsqueda de su acción y no continuar manchándola con conductas alejadas de la moral, ética y deontología cuando no de actuaciones delictivas.

Importa mucho que no cercenen el crecimiento intelectual, la adquisición de conocimientos. Es la esperanza del linaje humano y del planeta Tierra.

Importa mucho que cuando seamos presa de la enfermedad tengamos encuentros con la Humanidad y la Ciencia.

Todo cuanto se oculta, sea río o etapas de la Vida, finalmente emerge a la Luz. La Verdad siempre dura un instante más.

Estamos en una etapa dura pero habrá que caminar en el único sentido posible, hacia delante, y tener presente que “rico no es quién más tiene sino quién menos necesita”

Otro gallo nos cantaría de haber crecido con mesura y discreción, abandonando la ambición y la codicia. Se puede terminar viviendo esclavo de cuanto posees y a la hora de desembocar nos llevamos lo que somos no lo que tenemos.

Hay que cortar lo innecesario e inútil sin dañar a los más desfavorecidos. ¿Quién recorta el pelo al peluquero? La respuesta está en nuestras manos.

Carlos Juma

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