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La poeta y pintora Pino Ojeda en el Día de las Letras Canarias

Teo Mesa

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La poeta y pintora Pino Ojeda Quevedo (nacida en El Palmar de Teror, en 1916 y fallecida en Las Palmas de Gran Canaria en 2002) ha sido recordada y homenajeada en el Día de las Letras Canarias en este presente año. Digo poeta, porque así quería ella que se la denominara, y no poetisa. Hay que congratularse por la decisión, aunque tan tardía, en base a los cuantiosos merecimientos y cualidades artísticas en sus facetas literarias y plásticas, que encumbran sus obras. Sin embargo, por esas cualidades que portó el fecundado talento de Pino Ojeda, se la debió otorgar el Premio Canarias de Literatura cuando aún estaba en vida la creadora (hecho del que hice alusión y lamentada crítica en su momento, en el Diario de Las Palmas).

Pino Ojeda fue una mujer muy peculiar e insólita en su personalidad. Su espíritu inquieto, las ansias por saber conocer otros países y culturas para enriquecer su docto instinto, su febril garra creadora y su personal comportamiento la hicieron ser una extraña de su época. La intelectualidad que albergó en sus neuronas la hizo que fuera diferente e inconformista con los modos, costumbres, tradición y estatus establecidos de su época. Máxime con el nacionalcatolicismo y la moralina del franquismo imperante, a los cuales respetó pero, que, ni con las que comulgó ni asumió sus tesis, en base a sus criterios de ética, idiosincrasia y cultura que dignificó su mente y formas de ver y entender la vida, la sociedad; y su personal vida. La artista y su íntimo arte –literario y pictórico– no encajaron en el sistema preestablecido.

La muerte de su marido Domingo Doreste Morales, en la guerra civil española en el año 1939, supuso para la joven recién casada, que tan solo hacía un año del enlace, y en la espera de un hijo fruto de esa unión marital, un duro revés a su sensibilidad, a su reciente matrimonio y a la futura vida que deseaba compartir con su primer amor. La joven artista, aún en ciernes, ante tales vicisitudes tan negativas no se arredró, todo lo contrario, se enfrentó a su devenir, ella y sus circunstancias, sin compañías de nadie, solo de su credo intelectual y capacidades a desarrollar en aquellas lides. Tenía una joven vida por afrontar un futuro, y no había motivos de perderla con lamentos, ayes y otras dependencias. Y valientemente optó por esa decisión que, para su arte y planteamientos vivenciales fue un fructífero acierto. Sus poemas ven la luz a partir de 1940 en los medios impresos.

Intrépida y decidida a viajar por nuevos mundos y descubrir la cultura peninsular y europea; además de llevar sus creaciones propias, no le pesó ir sola a exponer sus obras plásticas y a declamar sus poemas y cargar en sus alforjas las obras pictóricas. Para ello, y con todo pesar en su amor y protección necesaria, dejó su pequeño y único hijo Domingo, al cuidado de su madre en el año 1950 y años sucesivos, durante su peregrinar por las naciones que la agasajaron con sus obras, especialmente, la plástica. Expuso en Madrid, Barcelona, Palma de Mallorca, Italia, París, Estocolmo, Las Palmas, etc.

El legado de Pino Ojeda en la fase literaria se salda con haber tenido en el año 1953, el primer accésit del Premio Adonais; en el año 1944, tuvo el privilegio de ser finalista del afamado Premio Nadal, Con el paraíso al fondo; y en 1993, obtuvo el primer premio mundial de Poesía Mística Fernando Rielo, en Ávila. Fundó la revista Alisio en 1952. En esta edición impresa semanal, participaron un buen número de escritores nacionales y algunos extranjeros, de cualificadas memorables plumas: Sus buenos amigos Vicente Aleixandre (que la visitó en su casa de Escaleritas –que fue Premio Nobel de Literatura, en 1977–), Juan Ramón Jiménez, Gabriel Celaya o Gerardo Diego. Y asimismo, se carteó con importantes literatos amigos y amigas, entre otros, Rafael Alberti, Carmen Laforet, Carmen Conde, Camilo José Cela, y los enunciados.

Las obras literarias de Ojeda Quevedo son de alta e introspectiva particularidad en su hacer, de las que quedan aún muchos poemas y novelas inéditos, y que verán la luz en un futuro próximo deseable. Su última publicación, por ediciones del cabildo grancanario, ha sido su poemario Pino Ojeda. Obra poética, en conmemoración del centenario de su nacimiento, junto a la una muestra de su plástica en el Centro San Martín de Las Palmas de Gran Canaria.

Su obra pictórica fue también fecunda y prolífica: pinturas, esculturas, cerámicas, y por último, dibujos en informáticas. Creaciones que alternaba con las letras. Tuvo el privilegio de ser la introductora en España la novedosa técnica pictórica de las lacas y sus accidentales efectos cromáticos tratados con diluyentes. Este procedimiento la fuera enseñado en Italia por un pintor japonés amigo de ella, a quien precisamente, conoció Pino Ojeda en uno de sus viajes por la nación transalpina. En este lenguaje abstracto, e innovador procedimiento que empatizó absolutamente con su sensibilidad, ha producido la gran mayoría de sus obras pictóricas.

Perteneció al grupo Espacio, fundado por la escuela Luján Pérez en 1961, grupo que tuvo como única expresión y fundamento artístico la abstracción pictórica de sus seis componentes grancanarios. En el año 2000 realizó su última exposición antológica en las salas de arte del Cicca de Las Palmas, muestra de la que tuve la distinción de hacer de mentor, organizador y comisario de la misma. Este evento se celebró en septiembre, y lamentablemente, no pudo ver todas sus obras plásticas conjuntadas en las salas de exposiciones, que fueron por ella creadas y realizadas durante toda su existencia, porque la indeseable parca cercenó su existencia en su ya delicada vida, días antes de la inauguración.

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