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Política y gestión: la antítesis de dos términos contrapuestos

Carlos Castañosa

Las Palmas de Gran Canaria —

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El concepto gestión política –“política”, aquí calificativo del sustantivo “gestión” –, sugiere cierta aberración óptica, por cuanto la realidad cotidiana nos la ofrece de continuo como distorsión expresiva, captada por la percepción ciudadana a ras de calle a modo de chalaneo trilero. Engaño institucional como argumento habitual para justificar incumplimientos y eludir responsabilidades.

Pareciera maledicencia o animadversión popular que se intenta contrarrestar desde los reiterados discursos de “lo mal que está todo”; “lo que hay que hacer a partir de ahora es…”; “esto no es mi competencia”; “es que no hay dinero para esto”; “la culpa es del Estado central”; “hay otras instancias comprometidas con este problema”… ¡Ojo!... que hablamos de la cantinela habitual que debemos soportar en boca de quienes ya están en campaña; aquellos que llevan 40 años en el machito y vuelven a prometer y prometen lo que no han sido capaces de cumplir en tanto tiempo. Que lo solucionarán de inmediato si vuelven a ser elegidos porque ya, por fin, conocen el tema en profundidad.

No es solo desfachatez, sino menosprecio y agravio hacia una consciencia ciudadana valorada a la baja en su nivel intelectual por quienes, precisamente, carecen de un mínimo de capacidad para discernir cualquier estimación ajena a su poltrona. Porque el verdadero problema radica en los objetivos de una gestión que, en teoría, deben aplicarse al bien común y al interés general. Pero la realidad demuestra lo contrario. La prioridad incuestionable está en los intereses políticos a costa del bienestar social y de los derechos del pueblo.

Tan pagados de sí mismos andan que, a veces, se les escapa la pifia que les deja al descubierto el plumero, cuando alguno de ellos suelta, en antena o en papel impreso, algo así como: “Yo estoy a disposición incondicional del partido…”; “haré lo que sea más conveniente para mi formación política…”; “Lo único importante es mi partido…”… Pero desvergonzado… ¡¡¡si lo único que te importa es trepar en el organigrama a costa de tus colegas!!!... aunque sea pisando algún cuello distraídamente.

Por cierto, lo único importante para usía debe ser –apúntelo bien, por favor– la defensa de los derechos del pueblo soberano –que le paga generosa y forzosamente por sus servicios– y la protección de los intereses ciudadanos. No los suyos particulares ni el negocio de su partido.

Si no lo tiene claro, deje su espacio a alguien competente y rescate su anterior actividad profesional o laboral, si la tuviere, para dejar de hacer tanto daño a demasiada gente.

Ante tan drástico predicado, solo me queda rogar alguna réplica, a ser posible emitida desinteresadamente y desde la buena fe, que me contradiga con algún ejemplo concreto en positivo, para que mis verdades incuestionables puedan dejar de serlo porque se aprovechen mis ventanas abiertas, por las que dar entrada a otros criterios que alivien mi frustración de ciudadano maltrecho por la mentira continua de una política tan mal gestionada. Gracias.

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