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Políticos sin fronteras

Cristóbal D. Peñate / Cristóbal D. Peñate

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Larry Álvarez, el ex maletero de Soria, renuncia a la pasta porque se ha descubierto el pastel y se ha armado la marimorena. Pidió durante meses una subida al consejero de Hacienda (no lo hizo por escrito pero hay testigos) y ahora dice que la medida no es oportuna por la crisis. O sea, que si no hubiésemos estado en plena crisis se habría quedado con el dinero sin rechistar.

Algunos han querido darle una patada a Soria defendiendo a Álvarez, como si éste fuera el paradigma de la decencia y la ética política. Ahora están distanciados, pero todos recordamos la estrechez de sus relaciones en los años en los que el partido era poderoso y prácticamente omnipotente en Gran Canaria, gobernando con mayoría absoluta sus dos principales instituciones, el cabildo y el ayuntamiento capitalino, sin olvidar a sus alcaldes de Telde, Mogán (los dos imputados, por cierto, igual que el presidente del partido), San Bartolomé y otros municipios de la isla.

Álvarez emplea la demagogia al anunciarnos ahora la donación de mil euros de su sueldo a una ONG que aún no ha elegido. En total serán 3.000 euros mensuales porque los otros dos consejeros populares con dedicación exclusiva también fueron obsequiados con esa subida de sueldo pagado con el dinero de todos nosotros.

Los tres consejeros populares y el de Coalición Canaria han renunciado a las subidas por distintos motivos. El nacionalista Manuel Lobo se apresuró a decir dos días después de conocida la noticia que él renunciaba a esa subida porque prefería seguir cobrando su sueldo en la universidad como profesor, aunque no por ello va a dejar de percibir dietas y comisiones cabildicias, o sea, que suma a su buen salario otras remuneraciones extras.

Los tres del PP han tardado siete días en renunciar a la subida, que no a su sueldo. Cuando alguien renuncia a algo para regalarlo a una institución sin ánimo de lucro no debe hacerlo con publicidad si tiene un mínimo de decencia. Resulta impúdico que un cargo público presuma de que parte del dinero que le pagamos todos lo desvíe a una ONG.

Sólo les falta llamar a un fotógrafo para que inmortalice el acto de entrega del cheque a Políticos sin Fronteras. Son como esas fiestas benéficas cuya recaudación se destina a un hospitalito o a San Juan de Dios. Al final se convierten en actos de exhibicionismo onanista que sólo buscan el aplauso cómplice de unos ciudadanos asombrados y avergonzados de ser representados por unos botarates que nos siguen tomando el pelo al creernos unos auténticos berzotas.

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