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Señorías, gracias

Carlos Juma / Carlos Juma

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Cosa bien distinta es el sentimiento que genera, emociones que curiosamente, si la sordera fuera nuestra compañera, se expresan de la misma manera y son de difícil distinción. Se puede expresar con la misma mímica el llanto y la alegría, aunque a fuer de ser sinceros la composición química de la lágrima es distinta en cada caso.

La derrota duele, dicen. Tampoco lo entiendo ni como transducción psicofísica. Tal vez sea más adecuado decir que mortifica.

Llegan los momentos de análisis, de críticas amargas, de mirar con el entrecejo fruncido, y mostrar los caninos para señalar la diana de la culpabilidad.

En una democracia sin más calificativos, las muestras de tristeza y de alegría me parecen desmesuradas si lo que se ha pretendido o pretende es el servicio al pueblo que soberanamente elige.

Bien distinto es servirse del poder que éste le ha conferido o querer apropiarse del mismo, legítimamente, para hacer de su capa un sayo o transformar el puesto de servicio en una satrapía.

Si las urnas ponen de manifiesto que su mandato ha finalizado es cuestión que debe ser asumida desde el mismo momento en que el mandante designó noblemente al mandatario. Mostrar enojo, ira o manifestaciones de alegría patológica, incontenible tristeza o manifestaciones triunfalistas, arrogantes, soberbias en esencia, o de pesadumbre son, desde mi punto de vista, un ejercicio propio de una personalidad inmadura.

Todos hablan de la fiesta de la democracia, una vez cada cuatro años, pero va a resultar que no hay fiesta sin llanto ni entierro sin risas como bien dicta el proverbio lleno de sabiduría.

No hay vencedores ni vencidos, hay personas agrupadas en torno a un afán común que deben asumir la regla esencial del juego: la democracia es el ejercicio del poder por el pueblo soberano, y mal asunto sería querer perpetuarse en el ejercicio del mismo.

Así pues, no se trata tanto de proyectos sino de rendir cuentas. Y quién no ha cumplido se vuelve a casa, asumiendo responsabilidades patrimoniales,- no es de recibo que endeuden a una comunidad y se vayan de rositas-, o dar cuenta ante la Justicia, al fin y al cabo, el respaldo de la ley, imperial que diría alguno, sobre la que asienta el modelo de convivencia que nos hemos dado.

Suena a desagradecidos que aquellos a los que has ayudado en tareas del servicio que te ha encomendado el pueblo te den la espalda y lleven su voluntad libre de decisión a otras posiciones de grupo o partidos políticos. Yo entendería mejor que la misión se ha cumplido, que se podrá tener la percepción de haberlo hecho muy bien y que no se reconozca el trabajo pero es eso lo que lleva al desasosiego.

¿Has cumplido con tu deber, has ayudado a los desfavorecidos, has interpretado tu trabajo al cobijo de la ley y no has violentado la norma? Pues entonces vete en paz y con la conciencia tranquila. Considera el alto honor de ser mandatario de un pueblo que habita en esta España nuestra desde hace siglos, curtido en miles de batallas y harto de dictadores cuyas conductas aún rezuman esqueletos en las cunetas.

El poder atrae más que el amor, libera neurotransmisores que llevan a conductas compulsivas, muy difícilmente evitables, y con las obsesivas ideas que nadie ve, escondidas en el almacén del cerebro.

Uno, miembro de este noble pueblo canario, en la medida que se puedan leer mis palabras o escuchar mi voz, les doy las gracias a ustedes, políticos del partido que sea, por haber servido con la mejor voluntad de hacerlo eficazmente.

Deben sentirse bien y felices de pertenecer a una comunidad donde nadie se perpetúa en el poder, con defectos que hay que pulir,-que los hay y graves-, y quizás convenga retrotraernos a la Roma antigua y recordarle al vencedor coronado con laurel lo que se le repetía una y otra vez: “recuerda hombre que eres mortal”.

Cuanto tienes lo dejas aquí y sólo te llevas lo que eres, dice el proverbio árabe.

Con tu experiencia aprendida tienes el inexcusable deber de ayudar en la tarea a los que han sido designado por el pueblo soberano para continuar con la misma, con distintos modos pero guiados al fin último: servir al pueblo que los elige y no a servirse del mismo que una cosa es una cosa y dos son dos.

Gracias por saber ganar y perder, por servir sin servirte. Hay razones para sentirnos orgullosos personal y socialmente.

Carlos Juma

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