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Supersticionistas

José H. Chela / José H. Chela

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Los supersticionistas parten de la hipótesis ?para ellos certeza demostrable? de que Dios, en realidad, es el Gafe Supremo, el Generador Máximo del Error y la Pifia global. Según esta novedosa doctrina que tienta a miles de nuevos adeptos diariamente, a Dios todo le ha salido mal desde antes, incluso, del principio de los tiempos. El Omnipotente Cenizo, sostienen, encaró la Creación con una Infinita Buena Voluntad, pero todo le resultó chunguísimo, si bien, inesperadamente para Él mismo, la evolución arregló, en cierto modo, algunos disparates. Sin embargo, últimamente, vuelve a demostrarse su impericia y falta de previsión. No dotó a la naturaleza de mecanismos para luchar contra las previsibles repercusiones de la actividad humana en su contra. Esa es otra. Las relaciones del Gafe Celestial con la humanidad nunca fueron satisfactorias, precisamente porque Dios actuó siempre como un Omnímodo Aguafiestas. Y en cuanto los seres humanos se ponían a divertirse Él, en lugar de alegrarse, se apresuraba a enviar un diluvio universal, a mandar plagas o a destruir las ciudades donde había marcha y erotismo, empleando fuego, azufre? Siempre armas de destrucción masiva.

Los supersticionistas no rezan jamás, por si Dios les escucha y decide echarles una mano, lo que ?temen? podría resultar fatal. Llevan su pata de conejo, que atrae la buena suerte, tocan madera constantemente y, en sus ceremonias, lanzan hacia atrás y por encima de sus hombros, cantidades industriales de sal. Justifican estos rituales aclarando que el Gran Gafe es ubicuo y, en consecuencia, conviene conjurar en lo posible los malos farios y la negatividad en todas partes.

Uno, que ha recibido con curiosidad a los supersticionistas y les ha invitado a unos cafés, deja traslucir un gesto de duda que propicia un definidito argumento:

? Incluso cuando Dios envió a su hijo para salvarnos, se le gafó el proyecto ?afirman?. Él vino a la Tierra a predicar, entre otras cosas, la virtud de la pobreza, la frugalidad y el desprecio por la riqueza y los bienes terrenales. Y miren cómo se celebra su llegada al Planeta?

Se han ido ya. Me lo pienso y les confieso: no sé si me han convertido o no.

José H. Chela

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