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Tuitéame otra vez

Cristóbal D. Peñate

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Aquí hay concejales que dimiten por un tuit desgraciado y miserable y hay miserables desgraciados que no dimiten ni de coña a pesar de las barbaridades que dicen cada día desde sus cargos públicos. Alguna derecha rancia no deja pasar una a cierta izquierda a la que los aristócratas llaman radical y populista, como si fuera un insulto.

Ser radical no es más que ir a la raíz de las cosas, de los problemas. Es lo que afecta a la esencia o al fundamento, al principio, a lo más profundo. Es verdad que también tiene la acepción de tajante o extremo, pero si Esperanza Aguirre llama extrema izquierda a Podemos es porque ella es de extrema derecha. No se explicaría de otra manera.

Aguirre es más de derecha que Iglesias de izquierda. De hecho Pablo Iglesias recuerda muy mucho a Felipe González en la transición, aquel joven de pelos largos, chaqueta de pana con coderas, vaqueros y camisa de leñador devenido ahora en socialdemócrata light o socioliberal de postín. Y Monedero se parece exageradamente a aquel Alfonso Guerra agitanado con gafas de pasta y lengua de víbora que llamó a Adolfo Suárez tahúr del Mississippi desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Se diría que aquellos dos andaluces que se estrenaron en 1982 como presidente y vicepresidente del Gobierno eran bastante más radicales que los Zipi y Zape de Podemos, que a su lado no dejan de ser un par de jóvenes traviesos que aspiran al poder, como lo hicieron los sevillanos legítimamente en la década de los 80. Además, dicen cosas del más sentido común.

Cuando González y Guerra irrumpieron en la escena política de aquella España de pandereta carpetovetónica muchos conservadores neofranquistas de banderita española en el reloj de muñeca alertaron de la ruptura de España. Pero España no se rompió nunca. Es más, tres años después entró en la Comunidad Económica Europea. Y no solo eso: el Gobierno socialista de aquellos diablos rojos mantuvo a España en la OTAN a la que nos llevó el Gobierno de UCD de Leopoldo Calvo Sotelo. Primero dijeron que “de entrada no” y después aceptaron la estancia con un “de salida tampoco”.

Muchos de aquellos reaccionarios carcamales que vituperaron al dúo socialista andaluz lo reclaman hoy sin pudor, lo que es señal de que o mucho hemos cambiado o que nos hemos hecho más viejos: más ellos que nosotros. A lo mejor dentro de 30 años alguien echará de menos a Iglesias, Monedero y Errejón, a la vez que el partido sucesor del PP llorará sus ausencias, aunque hoy nadie se los imagina ocupando una canonjía en el consejo de administración de un banco, una eléctrica o una gasista.

Sin embargo, tampoco nadie apostaba por el Girona frente al Zaragoza después del 0-3 y mira al final lo que pasó.

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