La portada de mañana
Acceder
La izquierda presiona para que Pedro Sánchez no dimita
Illa ganaría con holgura y el independentismo perdería la mayoría absoluta
Opinión - Sánchez no puede más, nosotros tampoco. Por Pedro Almodóvar
Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Vivir(te)

Vivir (te)

Silvia Álamo

0

Despierta un nuevo domingo. El sol parece que brilla con más fuerza que nunca, o quizás es que su ausencia me hace valorar cada segundo que me regala. Son las 12.00 me asomo a la puerta y me vuelvo a dar de frente con la realidad. No era un sueño. El silencio es el dueño de la calle. La soledad inunda a un pueblo que nunca había estado tan dormido, al menos desde que yo lo conozco.

Imagino, como tantas veces imaginé, sería un domingo de gente, de mucha gente. De abrazos y besos, de salir a la calle, de reencuentros y de nuevas noticias. De pasear por la calle Real, de ver lo que ponen en sus puestos los feriantes, de olor a dulces en la calle Nueva y de enyesques hasta que llegue el momento de recogerse para despedir la semana. Y uno a uno nos iríamos marchando hasta que el pueblo vuelve a dormir, pero solo por unas horas.

Hace exactamente 37 días me mudé de casa. No fue una decisión fácil, aunque, reconociéndolo, tampoco difícil. Andaba por nuestra cabeza desde hacía unos meses. Un lugar lleno de bonitos recuerdos para mi pareja, para mí una nueva forma de descubrirlo. Mis sentimientos son contradictorios, me ha dado tanto y me ha quitando tanto. Quizás la vida me está diciendo pasa página y disfruta.

A lo que iba. Seis semanas viviendo en mi nueva casa. La primera de mudanza, acababa los días agotada, solo veía cajas, cajas y más cajas. En algún momento pensé ¿quién me mandaría a mi? Lo superé, más bien superamos, no puedo dejar fuera a mi compañero. Pero, cuando parecía que todo me llevaba a la normalidad el COVID-19 comenzaba a convertirse en el protagonista de todas las conversaciones. Confinamiento. Teletrabajo. Quédate en casa. Esas palabras comenzaron a hacer mella y reconozco que tenía y tengo miedo.

Ahora, que los días van pasando como pasaban cuando estaba en la calle, exactamente con las mismas horas, caigo en la cuenta de que no eran tan cortos como pensaba hace tan solo unas semanas. Era yo la que iba muy rápido, la que quería exprimir cada segundo como si se me fuera a escapar de las manos. Quizás esto me enseñe a colocar cada cosa en su sitio, a cambiar el orden de prioridades, a dar más besos y abrazos. O quizás se me olvide y siga siendo la misma jiribilla de siempre que se cree que se puede con todo.

Me pasos los días trabajando, haciendo tareas, algo de deporte cuando me levanto con ganas y viendo vídeos de pacientes saliendo del hospital o cuerpos de seguridad dando sorpresas a la gente. Y lloro. Soy de lagrima fácil, aunque vaya de dura.

Lunes, martes.. y llega el domingo. Y así pasan los días bajo algún rayo de sol tímido que sale en este pueblito que duerme a la espera que su gente lo despierte. Y yo. Porque quiero vivir tus calles, tus tardes frías y tus días de cielos despejados. Tus fines de semana grises y tus celebraciones improvisadas. Quiero dejar mis pasos en tus montañas y mirar con anhelo por la ventana mientras escribo deseando salir a la calle. Presumirte y recibir a mis amigos en casa, esos que me apoyaron tanto en esta decisión y que arrimaron el hombro cuando hizo falta. Comenzar a vivirte de una vez por todas. Desde la calidez de mi hogar siento tu musicalidad, me llega al alma y me llena de vida aún cuando las paredes intentan ahogarme.

Tengo ganas de ti, Teror.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats