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Nada por aquí, nada por allá

Cristóbal D. Peñate

Definitivamente, tenemos un presidente que confunde España con el País de las Maravillas. Mariano Rajoy debió ser Alicia en el otro mundo multicolor de la abeja Maya. Aunque cree que hemos despertado de una pesadilla, sigue envuelto en un sueño irreal. Sus fantasías oníricas inundaron ayer el Congreso de los Diputados en el debate del estado de la nación.

Su discurso autocomplaciente fue patético, paradójicamente el adjetivo que le endilgó al opositor Pedro Sánchez. Mal presagio para ser el último debate del estado de la nación de esta legislatura. Apenas dedicó dos minutos a la corrupción, la cosa que más preocupa a los españoles junto al desempleo. Rajoy no pisa la realidad. Para él no existen Gurtel, Bárcenas, el caso púnico, las tarjetas black y demás graves imputaciones.

El hombre del puro no conecta con la gente y se dejó ganar por goleada por un Pedro Sánchez que tampoco es gran cosa, pero que ayer le dio hasta en el carné de identidad. El presidente estuvo tan poco convincente como su propio gobierno, que prometió hacer cosas que jamás hizo, que mintió al electorado a sabiendas de que sus promesas eran absolutamente incumplibles.

Es significativo que el primer periódico del país y la primera cadena de radio ofrecieran encuestas en las que Sánchez ganaba amplísimamente a Rajoy. Igual de sintomático que un periódico progubernamental y otra cadena radiofónica afín al PP reconocieran un empate técnico en los sondeos. Los diarios más a la derecha ni siquiera se molestaron en ofrecer un resultado, quizá porque sus primeras encuestas internas entre sus lectores no dieran a Rajoy como vencedor en el debate.

El sectarismo partidista llega a tal punto que hasta el senador tinerfeño del PP Antonio Alarcó se apuntó a las alucinaciones de su jefe de filas y afirmó ayer en esta misma emisora que Rajoy había ganado claramente a Sánchez, algo que ni él mismo debía creerse en el más surrealista de sus sueños. Si Alarcó, que es un político inteligente, llega a afirmar estas patujadas entre delirios impropios, qué puede pasar en el militante más hooligan del partido. Quizá va siendo hora de que algunos médicos metidos a políticos vuelvan a su oficio. Más que nada para que no se desprestigien en la vida pública y no vayan por ahí haciendo el ridículo.

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