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La autonomía fallida

José A. Alemán / José A. Alemán

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No le reprocho al diputado que piense en términos centralistas, que son los que le corresponden como hombre del PP y haya querido emular a su jefe Soria con lo de los diez días petroleros. No se le puede pedir ciruelas al almeandrero. La cuestión es que, por lo visto, desconoce de la historia de las islas lo suficiente como para no saber de lo que algunos historiadores consideran “pacto colonial” de España con Canarias por los tiempos de las independencias americanas de principios del XIX por el que los borbones “compraron” la lealtad de Canarias; cómo aquel pacto caminó hacia el decreto de Puertos Francos de 1852, luego ratificado como ley en 1870 y en 1900; cómo el franquismo trató de eliminar las franquicias y la serie de pleitos a que dieron lugar las intentonas; o la batalla política de principios de los 70 de la que salió el REF y que marcó la ruptura de los franquistas canarios con los peninsulares, proceso este muy presente en la memoria de quienes lo vivimos de cerca; a lo que habrán de añadirse las modificaciones del REF tras la plena integración canaria en la hoy UE; toda una claudicación.

Una larga historia protagonizada del lado canario precisamente por las clases dominantes en las islas, al servicio siempre de sus intereses agrícolas, comerciales o los que fueran. Los que podían ser defendidos, al menos en la vertiente puertofranquista, por otras clases sociales y desde distintas perspectivas ideológicas al suponer, desde luego, buenos negocios para los poderosos, pero también un beneficio en buena medida al consumo general de la población. Lo que comenzó a quebrarse en el 72 y ya con el ingreso en la UE el REF se convirtió en un listado de privilegios fiscales exclusivos para empresarios y comerciantes que apenas trascienden al consumo, y a la cesta de la compra me remito, y que fue otro precio pagado para que no dieran la lata.

Quiero decir con esto que me trae ya al fresco el REF pero llama la atención que un personaje como dicho diputado, que imagino perteneciente a la clase social dirigente, la que se enfrentó al franquismo del que formaba parte en defensa de ese trato especial a Canarias, como acaba de recordar José Miguel Pérez, salga por ahí.

Me tiene sin cuidado lo que diga Camacho, insisto, salvo en lo que tiene de significativo: la burguesía canaria nunca pasó de ser la denominación dada a los ricos, porque de alguna forma había que llamarla sin pecar de malcriados, que solo se movilizaron cuando peligraba su situación, la que de inmediato identificaban con los intereses generales canarios. Nunca esa supuesta burguesía el sentido nacional de, por ejemplo, la burguesía catalana y si resulta evidente que no cuajó históricamente como clase más allá del mercanchifleo, lo de Pérez-Camacho indica un claro retroceso respecto a lo poco que había avanzado.

Siempre he pensado que el gran problema canario es su desvertebración social y política, con el adobo de unos dirigentes incapaces de mirar más allá y una desmemoria que abre paso a la mayor de las ignorancias de la que, encima, alardean como si fuera virtud. Entre los “regalos” que ha hecho Soria en lo poco que lleva de ministro a esa misma clase y la actitud entreguista del diputado tinerfeño contamos ya con referencias suficientes para vislumbrar la que nos espera. De plantearse una nueva batalla será seguramente Madrid quien la gane con el apoyo entusiasta de los peperos canarios y su entorno y la ayuda de la indefensión, ahí si tiene razón el diputado, con que nos obsequia esta autonomía fallida, que no está ni para jugar la promoción.

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