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Barreras democráticas ante los pactos petroleros

Mario Cabrera

Con tres años y medio de perspectiva sobre la reactivación de las prospecciones petrolíferas en Canarias por el Gobierno del PP, y con el hundimiento del Oleg Naydenov aún coleando, hay varios apuntes que, si me permiten, me gustaría compartir.

La primera de las reflexiones es que ha quedado demostrado que no existen técnicas ni protocolos de actuación suficientemente seguros para evitar un daño ambiental considerable por el derrame de crudo en nuestras costas, tanto si el piche procede de un barco como de una perforación.

El Oleg Naydenov es la mejor prueba. Un barco que comenzó a arder dentro del muelle, para luego navegar sin rumbo en medio del Lic marino de Fuerteventura y, finalmente, acabar hundido a 4.000 metros de profundidad al sur de Gran Canaria.

Según el Ministerio y la Delegación de Gobierno, el Oleg Naydenov siempre ha estado monitorizado de mil maneras y se han aplicado todos los protocolos del mundo… Lo pueden justificar como quieran pero, al fin y al cabo, el barco se hundió sin ningún tipo de control eficaz.

También según la Delegación del Gobierno y el Ministerio, el pecio lleva un mes soltando 10 litros de combustible por hora a través de 8 grietas: 'hilitos de plastilina', en la jerga de Rajoy. Si hay que creer al Ministerio se cree, pero muchos pescadores y voluntarios piensan otra cosa. Sea como sea, la evidencia demuestra que se ha actuado mal.

El otro apunte es pura lógica. Si no han sido capaces de controlar un barco ardiendo dentro el muelle ¿cómo pensaban sofocar un posible derrame en un pozo petrolífero a 3.500 metros de profundidad mar adentro? ¿Era cierto entonces que existían todos los adelantos técnicos, protocolos, monitores y demás para evitar que la contaminación en los pozos de Repsol llegara a nuestras costas y afectara al ecosistema de la zona? Frente a los informes de Repsol/Soria, y las campañas de publicidad de Repsol (¿dónde están ahora?), el Oleg Naydenov responde cada día con la evidencia del piche.

Finalmente, hay muchas enseñanzas que sacar de la movilización social que durante estos tres años y medio (y también desde una década antes) ha reaccionado frente a los proyectos petrolíferos de la multinacional Repsol. Y también del activismo social que responde ante el piche del Oleg Naydenov.

Pero, desde mi punto de vista, una de las conclusiones más importantes es que hay una mayoría ciudadana que está muy sensibilizada con la conservación de nuestro entorno marino, y que ha fijado su defensa como una de las prioridades de esta sociedad.

A partir de ahora se podrán rediseñar todos los protocolos anticontaminación. Se comprarán más barreras anti hidrocarburos y equipos disolventes de piche. Todo se presentará junto a un video que contará que el Oleg Naydenov está muy bien sellado… Pero no será suficiente.

La sociedad canaria está implicada como nunca por la protección de los ecosistemas de sus costas. No es un capricho ni una moda. Es fruto de una evolución relacionada con la sensibilidad y el acceso a más y mejor información, que nos permite ser más críticos y exigentes.

Aunque el Ministerio no quiera extender el LIC a la zona de las prospecciones, lo cierto es que socialmente estas aguas tienen la máxima atención. Así lo han demostrado reiteradamente las mayores manifestaciones que nunca se han hecho en las Islas. Son las aguas protegidas por más gente en todo el planeta.

Es el momento de que desde las instituciones respondamos a esta sensibilidad social promoviendo herramientas administrativas que garanticen su conservación. Evidentemente, el compromiso pasa por descartar de forma definitiva las prospecciones en busca de hidrocarburos. Pero también por reordenar y asegurar el tránsito de grandes buques junto a nuestras costas (muchos de ellos petroleros), y aplicar medidas eficaces de control de vertidos al mar, incluso en los que hacemos desde los núcleos urbanos.

Pero en medio de la campaña electoral en que nos encontramos, es urgente que establezcamos barreas de protección democrática ante quienes no responden a esta necesidad social y mantienen activo el peligro de las perforaciones petrolíferas en Canarias. No a los pactos petroleros. Sí a la responsabilidad social con el medio marino.

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