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Un cachondeo a fuego lento

Cristóbal D. Peñate

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Hace muchos años Pedro Pacheco, el que fuera alcalde de Jerez, largó una frase lapidaria. “La Justicia es un cachondeo”, dijo el político andalucista para definir el tercer poder del Estado. Seguramente lo hizo sin reflexionarlo mucho, quizá tomándose un jerez para homenajear de paso a su ciudad. Con toda probabilidad hizo esa manifestación cabreado por alguna decisión judicial que le afectaba, es decir, como juez y parte.

Pero independientemente de todo eso es difícil acertar tanto con una sola palabra (cachondeo) para definir lo que es un poder que debería dar ejemplo a todos en vez de avergonzarnos, como muchas veces hace. En Canarias estamos dando el último mal ejemplo de lo que no debe ser la Justicia, de cómo no debe comportarse un juez si quiere ser creíble y equidistante. Si quiere hacer justicia a su oficio, en definitiva y sin ir más lejos.

El martes por fin, después de medio año de silencio (sabíamos que la Justicia es lenta pero no silente), el Consejo General del Poder Judicial se decidió a abrir un expediente disciplinario al juez Salvador Alba por dos faltas muy graves (incumplimiento del deber de abstención y revelación de secretos) y una grave (abuso de autoridad). El magistrado de la Audiencia Provincial de Las Palmas podría ser expulsado de la carrera judicial por cometer varias de las faltas más gruesas de su profesión.

El gobierno de los jueces se había hecho el remolón, pero la presión social, política y judicial en las islas lo ha obligado a acelerar lo que estaba durmiendo en el cajón de un despacho de un magistrado del Consejo General del Poder Judicial en Madrid.

La indignación política provenía de todos los partidos sin excepción, desde el presidente del Gobierno de Canarias hasta el último portavoz de la oposición. Esta misma semana los magistrados y fiscales canarios también exigían la intervención del Consejo General de la judicatura. La gente en la calle no podía creer que un juez que ha cometido supuestamente tantas tropelías estuviera juzgando casos mediáticamente tan relevantes.

Si ya la Justicia es uno de los sectores de los que más desconfía el ciudadano medio, según las encuestas, no se entendía que el gobierno de los jueces se limitara a silbar y mirar hacia otro lado. Tras la presión popular e institucional, se ha atrevido a dar el primer paso, aunque el expediente disciplinario no lleve acarreada la suspensión, ni tan siquiera temporalmente.

Estas son las cosas que alejan a la gente de los que imparten justicia y que tanto daño hacen a la mayoría que actúa con denuedo de forma ecuánime y equitativa. A pesar de todo, muchos siguen mirando atrás y pensando, como Pedro Pacheco, que la Justicia es un cachondeo. En las manos de unos pocos está que pronto podamos opinar lo contrario.

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