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¡Que yo no fui!

Lo escribí en mayo de 2009, cuando se montó la escandalera de la ultraderecha mediática con los palmeros de entonces, mediáticos y políticos, babeando alrededor de José Manuel Soria: Yo no fui. Y tengo que reescribirlo ahora, apartando la paja del grano, a los palmeros que ya no dan tumbos -políticos y mediáticos- del legítimo derecho a la defensa, al pataleo y a lo que se tercie de seis de los siete acusados en el caso Grupo Europa: ¡Que yo no fui!

Porque este viernes inaugural del juicio oral contra su señoría, el diputado autonómico del PP Jorge Rodríguez, y el resto de encartados en esta trama que buscaba un pelotazo a costa de las viviendas sociales en Telde durante el cuatrienio negro 2003-2007, han vuelto a poner mi nombre -las defensas de lo indefendible- en el centro de sus dianas. Como si fuera todo o casi a lo que pueden agarrarse para no seguir adelante con el juicio a sus clientes, que por lo que supe de primera mano, están más pringaos de lo que pueda ser o no delito.

Como si yo hubiese sido, por mi trabajo de investigar casos de corrupción y publicarlo antes que nadie en Canarias Ahora (¿o de qué estamos hablando, colegas? Otras veces es al revés), una pieza clave para la teoría de la violación del santo sepulcro del PP, la conspiranoia de la que viven abogados desquiciados ya fuera de juego, policías utilizados por Soria como trapos sucios sin medallas ni estopas, transas de más baja estofa que los de entonces, y hasta algún juez que mantiene vivas causas sin explicación alguna. Durmiendo por sus santos cajones.

Este viernes se habló de mí, otra vez, y no es un plato de buen gusto, aunque uno ya va a las trincheras curado de espanto y con almax en la cartera. Incomoda, sofoca, irrita, pero sobre todo indigna, sobrecogedoramente, que unos señores que tienen que ver con el manejo de la cosa pública, ya sean cargos o empleados de todos, pretendan defenderse a costa de cómo un periódico pequeño, libre y sin pelos en la lengua como el nuestro hace su trabajo. Y los trinca con la lata del gofio. Porque insisto: yo no fui. Y a las pruebas me repito.

Y es que en este caso que se empieza a juzgar en la Sala de lo Civil y Penal del TSJC, yo no fui quien llevó a Grupo Europa de la mano a los ayuntamientos que estaban gobernados por su partido, el PP, en Gran Canaria, previo cobro de sus emolumentos como si fuera el perfecto relaciones públicas en los ratos libres que le dejaba su función exclusiva de ¡¡portavoz del grupo popular en el Parlamento de Canarias!!; yo no fui quien amañó concursos previo pago de comisiones ilegales en Telde o mítines de Mariano Rajoy y conciertos de Miguel Ríos en Mogán -que ese es otro estanque de lebranchos que no vean-; ni tampoco fui yo quien diseñó un plan de estafa a los adjudicatarios de viviendas sociales cobrándoles un valor por un suelo gratis.

Como expliqué hace cuatro años, cuando José Manuel Soria se ganó a pulso ser tertuliano y representante de vinos, en esa tele ultracavernícola de la que huyen ahora los más puristas del PP monclovita, por una impagable portada de la revista Época (en realidad, 180.000 euros del erario público a través de la Consejería de Turismo del Gobierno de Canarias de la imperdonable Rita Martín), yo tampoco fui quien entregó el padrón municipal de Santa Brígida a Grupo Europa, ni quien intentó meter en vereda al exalcalde de Telde Paco Valido cuando todo se iba a las chacaritas (¡ay, qué chabacano!), con Toñi Torres (“¡estás bonito tú!”) en prisión. Ni fui a tocar a las puertas peperas de Arucas, Tejeda, San Bartolomé de Tirajana, hasta Las Palmas de Gran Canaria...

Yo fui, insisto, quien lo contó antes que nadie. Quien lo escribió en este nuestro periódico y quien cabreó, como era su deber, a la competencia por llevarles la delantera. Y ahora lo que se pretende es rematar al mensajero, intoxicar un procedimiento que ya se verá a dónde llega en materia penal, pero que en la política no resiste un pase de algodón. Ni siquiera un betunazo para lustrar los zapatos de un político alicatado hasta el techo que, como es Jorge Rodríguez, pasa al banquillo de los suplentes o a la reserva cada dos legislaturas por tantos charcos en los que se mete él solito. Sin que lo empuje yo. ¿Ni Soria?

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