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La canariedad de Galdós

Teo Mesa / Teo Mesa

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Los primeros años en la ciudad matritense, descubierta para el inexperto joven llegado de ultramar, como una gran novedad (aunque en principio no fuera de su total agrado), con experimentadas vivencias y nuevos aprendizajes, con los vicios y virtudes de las grandes urbes. La aún larvada creación literaria, que devoraba su pensamiento, debía resurgir en breve. A ella consagró su vida. El resultado fue exitoso, no errando en su destino intelectual. Su talento innato para el arte de las letras, tenía que rezumar en la prosa que ejercitó: la narración y las fabulaciones literarias noveladas demandaron su dedicación plena.

Una vez instalado en Madrid el mozo Benito, se integró en los aconteceres de la vida madrileña. Allí debió revelarse definitivamente su devenir literario, produciendo su primera novela a los 24 años. La gran ciudad le ofrecería todos los motivos inspiradores para la creación de sus novelas y obras teatrales: temas, gentes, ambientes e historias presentes y pasadas. Contactar con los países extranjeros más fácilmente. Así como la oportunidad de redactar sus opiniones en artículos periodísticos, en los que colaboró con una mayor difusión, en 'La Nación', en otros, donde se ganaría el sustento. ¿Y Canarias, en concreto Gran Canaria, era la fuente inspirativa para sus temas, tramas, escenarios y personajes? Evidentemente que no. La recoleta Gran Canaria contaba en ese año de su partida, con una población de unos 60.000 habitantes, y los temas históricos y coetáneos en el tiempo y sus conterráneos no eran motivos sugerentes, para la gran demanda creativa literaria de Galdós, a lo largo de su vida narrativa, con la suma de unas 138 obras en su haber: novelas (fabuladas, históricas, tesis,), teatro, periodismo, cuentos, etc.

Tres fueron los viajes que hizo Galdós a Gran Canaria, una vez afincado en la capital del reino, desde la fecha señalada. No haría más al haberse afincado parte de su familia en la villa y corte, con la que convivió toda su vida. Dos de sus primeros viajes, siendo aún estudiante; el último lo hizo en 1893, con medio centenar de años de vida, después de haber saboreado las mieles del triunfo literario y ser afamado a nivel nacional. En la isla encontró que todos sus amigos de infancia y juventud estudiantiles, se habían ido para las 'plataneras' ?cementerio?. Solo uno de sus amigos todavía existía: el popular Joaquín Gutiérrez, hombre de varios oficios artesanales, conversador sin tregua y hacedor de poemas endecasílabos. Solo a don Benito le quedaba en la ciudad laspalmense, la otra mitad su familia (entre ella su madre, Dolores). Su vida y su obra pervivían en Madrid y Santander. Gran Canaria ni Canarias, ya no podía estar en la órbita de su dimensión literaria. La tuvo con las fábulas de sus primeros escritos en el periódico grancanario 'El Ómnibus', en sus relatos de 'Tertulia de El Ómnibus', con sus ficticias charlas entre el asistente Bartolo y el 'patrón' Benito, publicadas en el mismo años de su partida y en posteriores desde Madrid.

Claudio de la Torre, amigo de Galdós, a quien visitaba asiduamente en su casa madrileña de la calle Hilarión Eslava, 5, en Argüelles, argumentaba en una conferencia dada en Las Palmas en 1969, que el Maestro le comentó, al reprocharle aquél, su 'olvido' hacia Canarias en sus obras, quien le dijo: “Mis libros están llenos de paisanos nuestros y cualquiera que conozca bien Canarias los reconocerá”. En una visita, que hizo su única hija María a la isla, en 1931, para conocer la escultura que se le había erigido en su ciudad natal, esculpida por Victorio Macho, comentó: “Por primera vez he sentido fuerte ese 'cariño de la tierra', ese amor maternal que nos estremece y que mi padre hacía revivir siempre cuando se ponía a escribir, porque decía él, para escribir bien y para el pueblo hay que acordarse de las dos mamás: la mamá y la tierra de los recuerdos infantiles?”

El apego de Galdós a la tierra de sus nativas entrañas, se demuestra también porque el dramaturgo tenía una libreta, de la que hizo su diccionario particular, con términos autóctonos y populares del habla de las islas, peculiarmente de Gran Canaria. En los ratos de ocio en su casa madrileña, memorizaban él, sus hermanas y cuñada, los vocablos canarios populares y léxicos; y los canarismos propios, que trasladaría escritos a sus novelas. Muchas son las palabras de origen isleño o de nuestro singular dialecto, estudiadas ya por los investigadores lingüistas, escritas por el eximio literato en sus múltiples prosas y que surgen en la lectura. “Es indudablemente falsa la atribución de su apartamiento de lo canario, que solo un análisis superficial de Galdós pudo haber originado. Pues toda su obra, sus personajes y muchos detalles de su vida están totalmente impregnados en lo isleño”.

En marzo de 1917, fue D. Benito a Cádiz a ver el estreno de su obra 'Marianela', que protagonizaba su querida actriz Margarita Xirgú. También asistieron un grupo de estudiantes de medicina canarios, que deseaban encontrarse con el Maestro. Le pidieron al admirado escritor y paisano, saludarlo y estrechar su filantrópica mano, ya temblorosa y su vista ciega. A una de las preguntas de los intrépidos estudiantes: “¿Tiene Vd. deseos de ir a Canarias, Maestro?, contesta: ”Muchas? Es tan largo el viaje, además tengo allí familia y me sería muy dolorosa la despedida“. Les preguntó el talentoso de las letras. ”¿Quiénes quedan de mi tiempo en Canarias...?“ Aún vivía Fernando León y Castillo (era embajador en París, y moriría al año siguiente en Biarritz) y Fernando Inglott, daba clases en el San Agustín. Ambos conocidos en el mismo colegio.

La maledicencia de tantos espíritus ladinos en pensamientos cavernarios, en la radicalidad de algunas facciones políticas e ideológicas, jamás han perdonado la claridad de los textos de Galdós, ante su padecer anímico de tanta indolencia hacia el vulgo, con unas descripciones de la sociedad oprimida y la pasiva actitud del clero. Fue la suya una escritura que no usó el eufemismo ni la desmemoria para relatar la vida errante de tantos infortunados, afligidos y desdichados; las injusticias sociales y la corrupción política. Esas fueron las inmoralidades combatidas por Galdós. El preclaro escritor, de gran corpachón ?y de mayor dimensión intelectual y humana?, combatiente quijotesco y enmendador de entuertos, nunca trivializó sus mensajes contenidos en las novelas. Era tan noble y llano, a pesar de estar tan encumbrado en reconocimientos literarios, en el trato humano con todos, que también por eso, fuera muy querido. Este hombre bueno, justo y comprometido con sus principios humanos, humanistas y humanitarios, nunca fue indigno para su tierra ni sus gentes. Hizo lealtad a su ex libris: Ars, Natura, Veritas, que en definitiva fue la ontología de vida del creador literario.

*Retrato de Galdós, del autor del artículo.

Teo Mesa

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