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Menudo pregón del pregonero

Carlos Juma

Me pregunto si realmente el debate público está centrado en la extracciones de petróleo o si lo que nos tiene soliviantados es la conducta hierática, alexitímica, y carente de cualquier sesgo de moderación que exhibe el virrey de los faycanes.

Los dedos vuelan apresuradamente al teclado recabando de la memoria los últimos acontecimiento vividos en nuestras platanarias islas. La Iglesia da para todo. Cobijo al pecador, comida al hambriento y techo a los pregoneros. La sombra de una ermita cerrada no es el palacio del Divino. Dios está afuera.

No caeré en la tentación quijostesca de topar con la sagrada institución, antes al contrario, iré de frente contra sus administradores que han permitido en tan pequeño santuario, dar amparo a la soberbia y a la prepotencia. No es evangélico ni angelical ni de recibo tan esperpéntica cobertura.

La ceremonia de la confusión a la que asistimos con el denostado, odiado, pero requerido petróleo, evidencia las fuerzas de poder y contrapoder. No puede ser, por claramente contradictorio, que se autoricen prospecciones en las costas canarias y lo otro en mares levantinos y mediterráneos. Ni es de recibo la forma de proceder.

Las parejas de hecho tienen estas consecuencias. El amor jurado tiempo atrás no solo no es eterno sino que además arquea las cejas y frunce el ceño a fin de elicitar una mirada de mayor suspicacia, rayana en la paranoia.¡Que queda de aquellos juramentos proclamando la unidad en el Gobierno!, ¡qué se dijeron para llegar a estos desencuentros con las graves consecuencias que provocan en los administrados!, ¡oh tempo, oh mores!

Dónde dije digo digo Diego. Cada cual levanta la tropa en contra del otro. Ninguno merece credibilidad ni tampoco la nueva relación de pareja que mucho dijo entonces y ahora lo contrario. Este mareante oleaje, vaivén de oscuras y tendenciosas maneras de proceder, no se calma ni en el mar Muerto. Hoy por ti, mañana por mí. Perro no come carne de perro.

¿A quién o quienes hemos de mirar que enarbole la honestidad de conciencia, de actuar conforme a su pensamiento e ideales, que ofrezca diálogo por encima de todo?

Lo que me parece claro es que la razón, como siempre, es una sartén de doble mango. Todos queremos petróleo pero no que se extraiga en nuestra casa y, ciertamente, no es un dislate pensar que obtenerlo en nuestras costas, en el hipotético caso de un vertido, se llevaría nuestra primera industria al garete. Pero para eso tenemos al jefe de Industria, para velar, ahora sí, como las cabras, por nuestras doradas playas y azules mares. “Ojos que te vieron dir, puerto franco....” que diría el emigrante abrazado al palo mayor del bergantín.

Pero, aún estando en contra de las prospecciones en nuestras costas,- quiérase o no, son nuestras costas-, me pregunto si realmente el debate público está centrado en la extracciones de petróleo o si lo que nos tiene soliviantados es la conducta hierática, alexitímica, y carente de cualquier sesgo de moderación que exhibe el virrey de los faycanes sito en Madrid, la contradictoria conducta ante el mismo asunto y el desprecio con que nos trata.

Si el vecino marroquí extrae petróleo de la misma bolsa, ¿no será cierto el mismo peligro?

No hay nada nuevo para quienes tuvimos el fraude del afecto con que nos obsequió el homúnculo humanoide. El perdón es la peor bofetada que se le puede dar a la altivez, y públicamente está perdonada su estúpida conducta, tiempo ha. Más la reiteración debe ser detenida.

Exigimos de quienes detenten el poder de administrar que estén tan próximos a los administrados que sean de la misma esencia, que exhalen las mismas feromonas. Y por más perfume que le echen es imposible evitar la fetidez del alma de aquel que, de tenerla, desprecia de manera inmisericorde a quienes no comulgan con su delirante convicción conductual.

La supervivencia exige que dotemos a nuestros descendientes de la mayor protección posible. Algunos miran para su círculo íntimo y abandonan a todo lo que no sea su entorno personal.

Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir. Dicho está que nadie es profeta en su tierra; de ahí a sacudir el polvo de sus sandalias en la cara de los canarios es harina de otro costal.

Menudo pregón es el pregonero.

Más alto es un poste y lo mean los perros.

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