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Más del caso Gurrufío

José H. Chela / José H. Chela

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Los músicos que viajaban en el vuelo SB 1334, en un aparato de la compañía Santa Bárbara, en el que regresaron, por decisión personal del agente del Cuerpo Nacional de Policía con número 9.258, después de permanecer tres horas incomunicados y sin que se les permitiera, en ningún momento, ponerse en contacto con los organizadores del espectáculo o con alguien que pudiera aclarar su situación, también han dado su versión de los hechos en la que los bien pensantes y cómodos ciudadanos adictos a las verdades oficiales no creerán, naturalmente. Según esa versión las cosas sucedieron como ya les conté aquí –no voy a repetirlo- y, en ella, hasta se señalan los documentos que los componentes del conjunto (con billetes confirmados de vuelta para tres días después de su arribada a la isla): entre ellos, los pasaportes, claro, la invitación formal para tomar parte en el festival, las reservas de hotel, y, ¡ah, caramba!, el contrato para la actuación, de cuya inexistencia tanto se ha hablado, simplemente porque los expulsados no pensaban cobrar ni un euro por su participación en el concierto. Según esa otra versión extraoficial, no hubo explicaciones para justificar la actuación policial. De vuelta a casa y santas pascuas. Aunque está clarísimo que los artistas venezolanos no venían con ningún ánimo de burlar las leyes españolas y quedarse aquí, por ejemplo, como inmigrantes ilegales. Un suponer. De las connotaciones culturales o de carencias culturales que rodean este, como mínimo, desagradable incidente también hablé ya aquí mismo y no voy a insistir en ellas. Pero, el señor delegado del Gobierno, que se muestra tan satisfecho de que, por una vez y aunque sea a destiempo e injustamente, los controles fronterizos hayan funcionado, sabe perfectamente de la llegada puntual y frecuente a nuestros aeropuertos de lúgubres personajes europeos extracomunitarios o comunitarios de nuevo cuño que también pasan únicamente un par de días en territorio insular. Las horas justas para cumplir con otros contratos de trabajo que no pueden exhibirse ante la policía. Los asesinos a sueldo nunca llevan esos papeles encima. Por supuesto.

José H. Chela

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