23-F: cicatriz que después de treinta años supura

En estos días, como sucediera el fatídico 23F, han sido en esta ocasión las Redes Sociales, las que han hecho posible que las ficticias democracias de Egipto y Libia, donde Moubarak y Gadaffi han esclavizado a sus pueblos, con el beneplácito de los EE.UU. y con la complicidad de los países ribereños de Europa, que pagan “seguridad” por esclavitud; sus ciudadanos han puesto de manifiesto que, el efecto “dominó” que bulle en esa geoestratégica zona, el ciberespacio se ha puesto al servicio de su emancipación, y, que él hoy globalizado mundo sea espectador de un insólito hecho que pone de manifiesto que aún persiste en la mente de todos los que sufren, aquel mensaje que nos decía: “El pueblo unido jamás será vencido”.

Se suele decir que la democracia es el menos malo de los sistemas políticos que los pueblos se han dado. Pero no es menos cierto que hay democracias que chirrían muchísimo. Es el caso de nuestro Gobierno Autónomo con la Ley Electoral Canaria, que unos dictadores, disfrazados de demócratas, han impuesto a los isleños, y que dejan si voz a más de 150.000 ciudadanos, que no satisfechos con los hombres y mujeres que dicen regir sus destinos, optan por otras opciones, que la actual Ley margina; y que por descarados intereses políticos-económicos, nuestros “legítimos” representantes se pasan por el “arco del triunfo” de sus bien asentadas posaderas, para acallar el clamor de los silenciados.

La medicina para nuestra “enfermedad” no son las mismas, de los países que hoy son noticia. Nuestra “enfermedad” desaparecerá el día que los isleños seamos capaces de cortar el cordón umbilical, que une a dos fuerzas políticas que nos han llevado a la bancarrota, o como diría un socarrón de la tierra, proa al marisco. Mandemos a “pulpiar” a los Riveros y los Sorias, que sólo representan a las elites empresariales y a los actores y actrices de la corrupción política. Las futuras generaciones nos lo agradecerán.

Antonio Ortega Santana