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Sin compromisos concretos

Rafael Morales / Rafael Morales

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La propuesta de la Unión Europea planteaba la reducción de las emisiones a la atmósfera en un 50% de aquí a 2050 con respecto al nivel que existía en 1990. Un acuerdo de este tipo conseguiría limitar a 2 grados el aumento de la temperatura de aquí a final de siglo, según los expertos. Merkel, en declaraciones a Der Spiegel, insistió en la importancia de la apuesta hace una semana. No le faltaba razón. Buscaba, además, un tema estrella para darle prestigio al G-8, y ella sabe que el cambio climático constituye hoy una de las principales preocupaciones de los ciudadanos. Greenpeace, por su parte, declaró que debía acordarse ahora una reducción del 30% de los gases de efecto invernadero, con o sin Estados Unidos.Las semanas previas de negociaciones sembraron el pesimismo. Estados Unidos dijo que no firmaría la propuesta de la Unión Europea. Y no la ha firmado. ¿Por qué está contenta Merkel? ¿Porque confía quizás en que Estados Unidos aceptará la iniciativa que acaba de rechazar a partir de diciembre, durante en la reunión de ministro de Exteriores en Bali? Reconocer la necesidad de reducir las emisiones se encuentra muy lejos de suponer medidas precisas para traducir a la realidad semejante voluntad política. La declaración sólo obliga a seguir negociando. Pero había que salvarle la cara al G-8 y… a Ángela Merkel.Los últimos datos ponen los pelos de punta. La Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos (PNAS) acaba de advertir, y los reunidos en Alemania lo sabían, que las emisiones de CO2 han estado aumentando un 3% al año durante esta década comparado con el 1.1% al año durante los años noventa. Los pronósticos ensombrecen el futuro más aún a partir de esta evidencia. Por su parte, Neil Hearst, director de investigación de la Agencia Internacional de Energía (AIE) despejó cualquier esperanza sobre una rápida sustitución de las actuales fuentes de energía por las llamadas limpias: “Llevará tiempo reducir el uso de combustibles fósiles como fuente principal de energía. En 2050 seguirá este tipo de combustibles como la mayor fuente de energía”. Los científicos insisten. Vamos hacia una catástrofe, aseguran. Los tiempos de corregir van acabándose. Pero si los expertos están angustiados por los resultados de sus investigaciones, los líderes del G-8 responden a otro tipo de intereses. Para ellos, la humanidad dispone del tiempo que esos intereses estimen oportuno. Cuando los ministros de Exteriores se reúnan en diciembre, supuestamente para aplicar medidas concretas, aparecerán las rebajas a la declaración política de este G-8. Como sucedió en Kyoto. En realidad, estamos ante una declaración de buenas intenciones de cara a la opinión pública. Como ha declarado Greenpeace, “un acuerdo sin cifras y no vinculante no es un acuerdo ni un éxito”. Dicho queda. Rafael Morales

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