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Cada cosa en su sitio y un sitio para cada cosa

José A. Alemán / José A. Alemán

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Es verdad que pensaban en el PP los empresarios que criticaron al Gobierno canario por no darle luz verde a una serie de proyectos estancados desde que Franco era cabo. Cabe deducirlo de que vinieran a levantar la voz justo en campaña electoral y después de que populares y nacionaleros se devolvieran hasta el rosario de sus madres respectivas, tras tantos años de entendimiento. Porque, la verdad, no puede decirse que gritaran mucho durante el tiempo en que ATI-cc y Soria comían del mismo plato y es natural la sospecha de que han obrado ahora en apoyo de las candidaturas de la derecha.

A mi entender, que la derecha económica se ponga del lado de la derecha política, a la que financia, es tan lógico como absurdo que el Gobierno trate de descalificar por ello a estos empresarios, cuasi criminalizando su actitud; lo que equivale a negarles el derecho de cualquier votante a optar por lo que le parezca y mejor le vaya. Al fin y al cabo es lo que hacemos todos a la hora de votar y si novedad hay es que, al menos por esta vez, hayan abandonado su postura de falsos “apolíticos” no contaminados de bajas pasiones partidistas. Que sigan así en beneficio del who is who necesario en democracia.

Quiero decir, en fin, que el meollo de la cuestión corre el riesgo de esfumarse en la polémica de buenos y malos, según el lado de que esté el maniqueo de guardia; si del Gobierno y su “defensa” de los intereses públicos o con los partidarios de que los privados se pongan siempre delante. Lo que debería dilucidarse, pienso, es si los proyectos de los empresarios cumplen o no con la ley (cosa que desconozco) y si es la hiperburocracia gubernamental la que los mantiene bloqueados de forma indiscriminada; con el efecto no tan colateral de perjudicar sobre todo a Gran Canaria.

Imagino que habrá proyectos que cumplen y que no faltarán, claro, los que se pasen la normativa por el forro con especial delectación en los humildes pinjantes y quieran aprovechar el embullito para subirse al carro. Eso es lo que debería determinarse y si sospecho que no todos los proyectos han sido bloqueados injustamente, estoy convencido de que el Gobierno ha alcanzado ya unos niveles de burocratización que debería corregir en lugar de subirse a las almenas de su fortín y disparar contra cuanto se mueva fuera, a ver si con el ruido de los tiros no se escucha lo que pasa dentro.

Otrosí, la advertencia de los empresarios, nada sutil por cierto, de llevarse los cuartos de sus inversiones frustradas a otros lares; lo que pongo al lado de casos (alguno conozco) en que inversores foráneos desistieron de meter aquí su dinero, asustados por la maraña burocrática y el avispero de exigencias insularistas (imaginen de quienes) que alteraban sus planes de inversión. Aquí el que menos corre tira siempre al de alante, menos cuando va para atrás.

Llama la atención, como señalara el otro día La Provincia, creo, que mientras en España lamentan la ausencia de inversores privados, resulta que en Canarias hay un buen número de ellos tan dispuestos a poner su dinero que reprochan al Gobierno por impedírselo. No sé si la figura es los conejos contra las escopetas, pero ustedes me entienden.

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