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Ante la (ineficaz) cumbre del clima de París

Teo Mesa

El próximo día 30 del presente mes comenzará la cumbre mundial sobre el calentamiento climático en la ciudad de París. El Gobierno francés ha hecho todas las gestiones protocolarias para evitar que la celebración, en su sede, sea un fracaso más, entre las 195 naciones que formarán el cómputo de las intervenciones. Como ha ocurrido en todas las anteriores. A los posibles pactos (¿los habrá?) de los países ricos, y causantes de los daños de efectos invernaderos en la atmósfera, se oponen a firmarlos, si no son bien compensados económicamente, los países menos desarrollados y sobre los cuales recaerá gran parte de las plagas climáticas que anuncian los científicos.

Todos lloramos los bárbaros atentados terroristas de toda índole acaecidos en diversas partes del mundo por atormentados cerebrales -que en todas partes existen-, que en su fogoso e irascible proceder, se levantan belicosamente con sus armas para ser los justicieros de los males (que suponen), sacuden el mundo, para asesinar a diestro y siniestro. Pero, en mi discutible opinión, son también los atentados a la naturaleza, un genocidio de lesa humanidad, los que están produciendo los gobernantes con su reprochable irresponsabilidad en la permisividad y descontrol con la emisión de gases venenosos a la atmósfera.

Esta conformidad y degradación de los políticos, por las sabidas y nefastas consecuencias para el clima, es un delito más de terrorismo con estas armas silenciosas de los gases de CO2 y otros, contra los derechos a la vida sana y de protección a la naturaleza. Son silentes muertes, que en miles y miles de personas, se causan a diario en todo el planeta, por la cómplice sinrazón de estos gobernantes estatales, quienes permiten que las industrias sigan con las emanaciones de estas letales mugres.

En el inminente sainete que se llevará a las tablas en este improvisado teatro parisino, por los mandatarios mundiales o sus representantes, de todos los países industrializados más contaminantes de CO2, muy especialmente China, EE UU, India, Japón, Rusia, etc., no cumplirán los pactos, si se llegara a acuerdos, como han hecho grotescamente hasta ahora, en las anteriores cumbres celebradas para el cambio climático, singularmente con el protocolo de Kioto.

Los gobernantes que personifican a los patronos de la plutocracia más obscena e inmisericorde con toda la humanidad, se someten a los torpes dictados de sus amos. No ceder un ápice, en aminorar los gases venenosos emitidos a la atmósfera, en evidente perjuicio para la humanidad y toda la biodiversidad de la Tierra. La letanía de estos gobernantes continúa, con el pretexto de mantener vigente la industria y sus economía derivadas; pero sobremanera, con la manida y mendaz creación de puestos de trabajo, como excusa infumable.

Qué más prueban necesitan para convencerse de la gravedad de las catástrofes climáticas que ya han sucedido en todo el planeta, y las que se avecinan. Los saqueadores de la salud y los muy interesados negacionistas del cambio climático, no quieren reconocer: que las grandes ciudades se asfixien con las irrespirables hollines del CO2 y los colaterales fallecimientos de la población; se alcanzó el pasado año 2014, los mayores registros de temperaturas ascendente en el planeta; en julio de este año, los mayores grados del mercurio marcador, en ese mes; en la gran isla de Groenlandia, se desmoronan los milenarios y últimos glaciares en su irremediable deshielo. Y etcéteras.

Esta es la prédica llevada a efecto por el neoliberalismo que domina las finanzas e industrias de los negros humos de CO2 de nuestro planeta, que de seguir así —y muy poco les incumbe, en su demencial avaricia por el vil metal—, que la naturaleza y sus especies nos vayamos al carajo (ellos también), por un ecocidio en próximos decenios, según aduce del profesor de Filosofía Moral, de la Universidad Autónoma de Madrid, Jorge Riechmann.

Es una paradoja, que en estas convenciones no existan responsabilidades legales que deban cumplir en los compromisos adquiridos. Todo es papel mojado, al carecer esta y en precedentes tratados, de pactos vinculantes de obligado cumplimiento por cada uno de los Estados. Todo es un vil juego dialéctico. De tal manera, que también en esta nueva asamblea no se acuerde nada, sino bella retórica, buenas promesas y mejores intenciones. Ya es una patología que las infracciones sean la máxima en esta grave irresponsabilidad de quienes dirigen los destinos de cada país y colateralmente del universo.

El improbable propósito de esta convención será reducir las emisiones de gases en el año 2020, y no sobrepasar 2 grados más en 2050. El Panel del Cambio Climático (IPCC), de la ONU, advierte que si no se toman medidas, la temperatura subirá a final del siglo entre 3,7 a 4,8 grados. La amenaza climática sigue latente. Es cada vez más imparable que el calentamiento global continúe ascendente por culpa de las emisiones de gases de efecto invernadero en la atmósfera, por la combustión de productos fósiles: dióxido de carbono, metano, óxidos de nitrógeno, etc.

Mucha razón tiene los grupos de acción ecologista, que ante tanta inconsciente dejadez de los mandatarios políticos de todo el planeta (incluido el incrédulo gobierno español en temas de conservación ecologista), han centrado su programa de actuación en dar educación a los grupos sociales, contra el cambio climático que pende sobre el planeta que nos da vida y cobijo. Y ser consecuentes, que nada nos pertenece, que solo lo habitamos en precario espacio de tiempo.

Espero ardientemente, que esta desazón que a tantos nos embarga, que la próxima cumbre del clima en París, sea todo un éxito por un eficaz y ético compromiso de todas las naciones del globo.

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