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¿Qué democracia? (III)

Santiago Pérez

En amplios sectores de la ciudadanía de siguen sin comprenderse algunas cuestiones claves de la democracia. Por eso encuentran tanto eco proclamas como “nunca puede ser delictivo el ejercicio del voto, ni llamar a las urnas”.

Hay dos grandes formas de entender la democracia con muy hondas raíces históricas. La de signo autoritario: la democracia es el gobierno de la mayoría. Y la de origen liberal: la democracia como poder de la mayoría, pero un poder limitado por los derechos individuales y los de las minorías (políticas, étnicas, religiosas, de orientación sexual...) protegidos por la Constitución.

En sociedades como la  como la española (y la catalana) lastradas  por tantos siglos de autoritarismo y de intolerancia es muy fácil asimilar, como por inercia,  la idea de que la democracia es el poder de la mayoría y punto.

Muchas veces compruebo como personas  de izquierdas a las que me siento ligado por valores compartidos, o por haber transitado juntos largas o recientes singladuras políticas, mantienen esa idea de la democracia, semilla de tantos autoritarismos y tragedias.

Y la forma de desenvolverse de los partidarios del procés, desde el minuto cero, es característica de un democratismo autoritario incompatible con una sociedad abierta, que proclama el pluralismo político como uno de los valores superiores de su ordenamiento jurídico y, por tanto, de su sistema político y su modo de convivencia.

En un tiempo en que parece que todo involucionara hacia el establecimiento o la permanencia  de gobiernos autoritarios (Putin, Erdogan, Maduro, Al Sisi, Orban, Xi Jinping, Trump-hasta–donde–lo-dejen, Ortega…) la pregunta sobre  ¿democracia, qué democracia? es crucial.

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