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Espacio de opinión de Canarias Ahora

Nada es tan dramático

Pastillas de las redes sociales.

Ana Tristán

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Los espacios de socialización se han ido mudando al ciberespacio. En cuestión de veinte años la vida se ha internetificado a toda marcha, se ha diluido por las redes como el ladrillo por las ciudades, como el consumo, la xenofobia y la corrupción.

De los centros urbanos (o megalópolis) unos señores han ido arrancando los bancos, las plazas, los descampados y otros lugares inútiles, ya carne de reestructuración. La utilidad económica es la religión que nos gobierna.

En las calles de los centros hay hoy más terrazas que aceras, más turistas que banderas, hay más bares que personas y más personas que casas para habitar.

Las teorías sobre esto, aquello y lo de más allá abundan en libros, másters y conferencias, hay una isla de teorías llena de plásticos de ideas desparramándose en la híper-realidad.

Hay una caterva de gurús, emprendedores y expertos en su materia inventando nuevas palabras que atestigüen cada brizna de realidad. Hay un brainstorming compulsivo en este siglo, por lo visto hablar en inglés suena más cool, comprar en chino es más barato, hacerse el sueco es más seguro y echar la culpa a los rusos siempre ha sido una buena opción. Siempre nos quedará Venezuela.

Pero no voy a ser yo catastrofista, hoy me da pereza. Nada es tan dramático como pudiera, nada tan irreversible como lo que aún podemos inventar.

Dicen que la ciudad se gentrifica, se aburguesa, se rellena de empresas y de dinero. Parece que el campo se abandona, se vacía, se aleja cada vez más de cualquier parte. Nos advierten de que ya casi somos algoritmos con patas, errores de un programa informático que predice que todo va a salir mal.

Dicen que Extremadura es el lejano oeste, que tardas menos en llegar de Madrid hasta Wisconsin que a un pueblo de Badajoz.

Dicen que ha vuelto el fascismo a esta tierra de todos, poblada de nadies, dicen que dicen que nunca se fue, que no pasarán o que pasaron hace tiempo, que se esconden disfrazados por debajo de la piel. Dicen que dicen lo que quiera una creer.

Elige tu slogan, trabaja tu imagen, créate un perfil, elige tu bando, levanta tu mano, tu puño, tu ego y tu voz.

Todo se pierde en la nube de bits, ya todos desarrancados colgados de una red sin sujeción. Nos vemos en Facebook a las cinco y cuarto. Dónde estoy que no me encuentro, dónde estás que no te veo, dame un me gusta y dime que todo va a salir bien.

Hay unos señores (y señoras, y señoros) que transitan las ciudades con chaqueta y maletines y se dedican a nuevos oficios como especular, emprender, hacer coach y desterritorializar los territorios, desestructurar las estructuras, desenraizar la raíces y venderlas al por mayor.

Pero yo no quería ponerme pesimista, no señores, no señor. El pesimismo hoy en día se cura en el psicólogo y en el bar. Bebe un par de tragos, tómate una pildorita y verás como ves todo mucho mejor.

Aquí va un consejo que no has de seguir: Tápate los ojos e ignora el dolor, produce, produce, produce, emprende la marcha a toda pastilla, sigue hacia delante sin norte ni rumbo. Y como decía Evaristo: “si te sientes solo, pues te compras un yo-yó”.

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