La portada de mañana
Acceder
Israel se prepara para una ofensiva en Rafah mientras el mundo mira a Irán
EH Bildu, una coalición que crece más allá de Sortu y del pasado de ETA
Opinión - Pedir perdón y que resulte sincero. Por Esther Palomera
Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

El egoísta

Txema Santana

Tengo un amigo al que conocí en la radio. Yo hacía preguntas y él respondía. Luego nos hemos visto unas cuantas veces más y charlo con él ávido de conocer la vida, el presente. Vive en presente, porque no puede ni quiere pronosticar el futuro. Sabe que puede ser expulsado de España cualquier día. Pensó que iba a morir varias veces y la muerte lo esquivó, pendiente, quizá, de que era un tipo que merecía vivir más. Sobre su expulsión, el día que así sea, dice, no le importará. Según a dónde le expulsen cuando allí llegue decidirá qué hacer al día siguiente.

Me contó la última vez que lo vi que su novia, que había llegado a Canarias desde unas islas que están la otra cara de África, lo había dejado. Ella después de pasar unos meses en Gran Canaria marchó hacia Francia, donde tenía familiares. Él se quedó en España, porque había conseguido una admisión a trámite que le convertía temporalmente en casi un ciudadano, al que, incluso, podían hacer un contrato. Y lo consiguió. Hasta que la admisión a trámite siguió su camino y fue denegada. Él, sin documentación que lo avale, fue despedido. Ahora espera poder pedir arraigo, pero debe esperar más tiempo del que le gustaría. Mientras, tira de ahorros y se inventa la vida cada mañana.

Mi amigo es un tipo noble. Singular. Lo ves a la primera, si has aprendido a leer. Hace poco estuvimos juntos una tarde, porque le propuse contar su historia en Carne Cruda, que grababa uno de sus programas de radio en Canarias. Me dijo que sí, con confianza. Mientras íbamos en coche escuchando música francesa me contó su desamor de la forma más rotunda que nadie me habló:

“Me llamó por teléfono y me dijo que se iba a casar. Que lo hacía por papeles. Con un señor francés”. ¿Y cómo te sientes?, le respondí: “No puedo ser egoísta. Es así. Ella puede conseguir trabajo y mejorar su vida. Ella también tiene una familia detrás que la está esperando. Yo no quiero ser egoísta”, insistió con ademán de sinceridad.

E imaginé un mundo en el que la carta de nacionalidad es tan importante que quebranta y crea historias de vida y amor. Constaté un mundo en el que los egoístas reinan aunque solo sea por un tiempo.

Sobre este blog

Espacio de opinión de Canarias Ahora

Etiquetas
stats