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¿Quiénes son los enemigos el turismo?

Celebración del Día del Turismo en Las Palmas de Gran Canaria.(TONY HERNÁNDEZ)

Javier Bermúdez

“Nunca creí que tuviera que hacer una defensa del sector turístico español”. Así se expresaba hace escasos días el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, en una visita a una cadena hotelera en Galicia. También afirmaba que los ataques al turismo afectan a la imagen de España y que la gente lo que quiere es “seguridad jurídica, trabajo y bienestar”, a la vez que hacía un llamamiento para aislar a los extremistas y apelaba a la sensatez y el sentido común.

Los últimos acontecimientos producidos en torno al turismo en diversos puntos del Estado español, como las pintadas en guaguas turísticas, protestas contra las masificaciones en las ciudades y los alquileres turísticos descontrolados, han sido enmarcados rápidamente por el gobierno del PP, y replicado por los medios de comunicación, como hechos derivados de la “turismofobia”. Con este término consiguen definir el problema desde una perspectiva que les es favorable, y ocultan con ello el necesario debate sobre el modelo turístico de presente y futuro que nuestro país necesita.

Con este enmarcado o framing, los campos se delimitan claramente. Por un lado, está un gobierno responsable que se preocupa del bienestar de la ciudadanía, y por otro, los extremistas que prefieren la pobreza por sus intereses políticos. En esa definición se llega a identificar el turismo con la imagen del país, vinculando los destinos de ambos, es decir, quien critica al modelo turístico actual, critica a España.

Gracias el experto en lingüística cognitiva Lakoff sabemos que cuando discutimos los problemas políticos y sociales desde el marco de adversario, partimos con desventaja y tenemos todas las de perder. Y eso es precisamente lo que le ha pasado al marco progresista, lo que se refleja en multitud de artículos de columnistas y ciertas declaraciones de políticos que cuestionan el modelo turístico actual. Dichas declaraciones se han realizado, obviamente, para negar la existencia de turismofobia en nuestro país, pero mucho me temo que solo ha servido para llegar a los más convencidos, no a un amplio espectro social que puede estar viendo con preocupación los hechos que le llegan filtrados a través de los medios de masas.

El término turismofobia remite a un campo semántico extenso, que implica el odio al diferente, y tenemos varios ejemplos sobre ello como la xenofobia, la LGTBI fobia, entre otros. Como consecuencia de esto, a los que el gobierno del PP logra definir como parte de ese campo son los que odian, que somos todos los que planteamos alternativas al modelo turístico actual, en contraposición a los sensatos que defienden la economía y el país, o sea, ellos.

El poder consiste en un conjunto de relaciones en el que los distintos grupos sociales intentan definir los significados con los que la población interpreta la realidad. Es una batalla por el sentido común en el que las élites políticas, por su posición dominante en la creación y activación de marcos, parten con ventaja. Eso en el PP lo saben bien, y desde mi punto de vista el Gobierno ha tenido éxito en la operación de enmarcado de la problemática en torno al turismo y nos lleva ventaja. A partir de ahora, cualquier cuestionamiento del modelo actual va a ser situado dentro de ese marco, buscando generar miedo en la población, la emoción que siempre favorece a las opciones conservadoras.

Frente a esto considero esencial que definamos el problema desde nuestros propios términos, planteando los problemas reales del sector y las necesidades de políticas públicas que lo regulen y ordenen.

De ahí viene el título de este artículo, una pregunta en cuya respuesta podría estar la elaboración de nuestros contramarcos que disputen con los definidos por el PP la capacidad de convertirse en el marco interpretativo de la mayoría social.

Los verdaderos enemigos del turismo, un sector económico sin duda importante para nuestro país, son los que no quieren afrontar que estamos ante una burbuja turística que pinchará tarde o temprano, como la burbuja inmobiliaria, si no se interviene pronto desde los poderes públicos.

Los que defendemos el turismo somos los que planteamos que este debe ir acompañado de condiciones laborales dignas, de una defensa del medio ambiente y del patrimonio histórico para que pueda ser disfrutado por todos, impidiendo la especulación. Los que defendemos el turismo somos los que planteamos una regulación de los alquileres turísticos para proteger el derecho a la vivienda de la ciudadanía y evitar una sobreoferta que devalúe nuestra industria. Los que defendemos el turismo somos los que exigimos unos servicios públicos de calidad, con la paralización de la privatización de AENA. Los que defendemos el turismo somos los que proponemos que la riqueza derivada de la actividad se reparta más equitativamente en la sociedad. Los que defendemos el turismo somos los que sabemos que tiene que haber una diversificación económica que no nos haga depender de un solo sector, y por lo tanto, del riesgo de vendernos a cualquier precio para que vengan turistas.

En definitiva, defender al turismo es señalar a los verdaderos enemigos del turismo, los que inflan la burbuja, o lo permiten, para obtener beneficios a corto plazo, aunque sea a costa del futuro del sector que dicen defender. Sólo desde marcos alternativos al de la turismofobia podemos dar la batalla de ideas que genere un estado de opinión favorable para acometer las reformas necesarias para el futuro que el sector turístico necesita.

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