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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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El ex WOMAD

José A. Alemán / José A. Alemán

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No me ocuparé del lugar que se ha ganado Dévora en su ámbito profesional dentro y fuera de España ni de las bajas pasiones peperas que tanto alientan en su entorno mediocre. Me limitaré a anotar el caso en el largo listado de mezquindades características de la administración pública grancanaria. No creo que a Dania Dévora, representante del Womad para España y Portugal, le afecte en lo profesional que el PP se saliera con la suya; aunque la imagino contrariada porque la patada se la ha dado el Ayuntamiento de su ciudad agarrándose de la mística de la crisis a la que se recurre según para qué. Pero corramos un velo nada estúpido para evitar discusiones inútiles.

Al margen de más extensas consideraciones en lo subjetivo de este asunto, el PP ha privado a la ciudad de un festival de gran proyección internacional. Nada le dice que tras veinte años de existencia entre nosotros movilice a cientos de miles de personas como cita musical de varios mundos alrededor de un conjunto de actividades que brindan a niños y mayores la oportunidad de conocer y entrar en contacto con otras culturas; de sentirse, de verdad, en una ciudad abierta a la convivencia. Sobre todo eso y el hecho de que, salvo los carnavales, no hay celebración alguna que concite el interés de tanta gente, ha prevalecido el deseo de la derechona de borrar la impronta de sus antecesores que tanto gratifica a los munícipes.

Sí resaltaré que el afán de satisfacer las bajas pasiones ha eliminado de paso el respiro que daba el festival a la vida comercial de sectores de la ciudad, a sus hoteles, restaurantes y bares. Hace ya mucho tiempo que Las Palmas de Gran Canaria perdió su nervio a manos, sobre todo, de las corporaciones del PP que le han ido matando la alegría en la línea que marcara el triste Soria; sin que los psocialistas lograran devolvérsela en los cuatro años de Saavedra, quien al menos lo intentó. Con la movida de Proa 2020 para fijar unas metas de futuro, que no entendieron ni sus concejales; o la candidatura a la capitalidad cultural europea 2016, un objetivo difícil de conseguir, pero que buscaba el efecto de movilización de colectivos ciudadanos, jóvenes y no tan jóvenes, que ha apagado la actual corporación sin que la pobreza política y la considerable ignorancia de los psocialistas, atrapados siempre en los navajazos de sus banderías internas, haya sido capaz de darle la réplica adecuada para evitar, al menos, que aquel esfuerzo, que logró llegar más lejos de lo que cabía esperar, acabara olvidado y en la basura. La escasa altura de los debates municipales y la pobreza de las intervenciones públicas y de las propuestas del alcalde Cardona demuestran que, en efecto, Dios le da sombrero a quien no tiene cabeza. Todo un test permanente. No es raro que la ciudad de Las Palmas siga perdiendo protagonismo y prestancia en el ámbito del archipiélago.

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