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Éxodo desesperado africano

Teo Mesa

Ya no es noticia el ingente número de africanos que tratan de llegar a un mundo mejor: mujeres, hombre, niños y bebés, que desesperadamente huyen de las garras de sus perdurables hambres, persecuciones, genocidios y enfermedades por doquier, generadas éstas por la miseria que les sucumbe. Occidente, el mundo desarrollado o el primer mundo, indolentemente los abandona a la diabólica suerte de haber nacido en el continente negro.

Las fronteras de toda Europa del sur, incluida las orillas de Canarias, no son infranqueables contra el desespero por huir del hambre y en la búsqueda por mejorar la subsistencia, y por una mínima calidad de vida, de todos los que osan cruzar al paraíso del consumo y de encontrar trabajo.

Ni las pelotas de goma, ni los deplorables azotes con fuertes palos y porras por las policías marroquís y españolas en la frontera melillense, ni las inalcanzables altas vallas y criminales cuchillas de las concertinas (que mandó a instalar el ¿católico...? opusiano ministro del Interior, que debió hacerlo en nombre de alguna virgen).

Nada, por muy difíciles e inhumanamente homicidas que sean, son obstáculos contra las perennes amarguras patológicas del hambre y la miserable pobreza, en ellos enquistada y arraigada en sus países nativos. El edén les espera en el continente rico, que aún teniendo los peores trabajos, estarán mejor que en sus pueblos.

Estos africanos, en su desesperación por encontrar una vida mínimamente mejor, dejan sus familias, terruños, amigos, culturas y costumbres, para aventurarse en la búsqueda de un trabajo, por duro que sea, para entregar a sus familias la simple y única esperanza de la subsistencia.

Desean empezar una nueva vida –aunque en principio, de forma indigna y atroz– en un país extraño, en lengua y costumbres, de supuesta acogida. La desesperación de estos hombres y mujeres, negros en su raza, pero buenos y normales de corazón, como otros tantos seres de cualquier etnia, entregan sus vidas por mejorar la de los suyos. E intentar vivir en otro país por un mendrugo de pan, muy a su pesar.

Por los maltratos acaecidos en las fronteras, y sin aplicar la reglamentaria ley de los Derechos Humanos con la inmigración, España está advertida, una vez más, por el organismo internacional Human Rights Wath, y Prodein, quienes protestan del “Excesivo abuso de la fuerza” y por las deportaciones ilegales hacia Marruecos, con expulsiones sumarísimas que privan a los inmigrados de acogerse al derecho internacional de asilo por persecución ideológica, política o religiosa, y de otras protecciones universales. Al margen de que España tenga el derecho de proteger sus fronteras, no le otorga estatuto alguno para maltratar a los agónicos africanos.

Europa como es lógico no puede acoger a todos los desesperados africanos. La solución está en enviar ayudas económicas continuadas para las Enseñanzas profesionales de todo tipo de futuras labores de provechos para sus países y propias vidas: industriales, agrícolas, pesqueras, comerciales, ingenierías para la extracción y búsqueda de aguas, etc.

De seguro, que estos africanos no abandonarían sus tierras nativas si tienen sus trabajos y vidas solucionadas. Lo peor, es que en la usura de las naciones ricas solo piensan en comercios y en la Bolsa, no en amparo solidario ni en humanidad, la que dignifica a las personas.

Solo se han interesado por África para expoliarla en sus riquezas mineras, petrolíferas o agrícolas. Ahora, no les interesa África porque la tienen esquilmada, ni los africanos, porque ya no los requisan como esclavos. Ya existen en Europa y en España, y en América, lo más parecido a la esclavitud, por la precariedad laboral que nos han impuesto los gobernantes neocon a las clases más bajas de la pirámide social, con los propios ciudadanos de sus países, malamente pagados y usurpados muchos de los derechos laborales establecidos.

Con la llegada del PP al gobierno y de don Recortajoy (a quien tanto gusta abrazarse al apóstol Santiago) con el manejo de los dineros del erario público, ha sido pésimo el detrimento económico a la Ayuda Humanitaria al Desarrollo con los países necesitados del mal llamado 'Tercer Mundo', que según datos de la ONU, es el país que más ha recortado en colaboración humanitaria. Nos ha trasladado a las vergonzantes cifras de hace más de veinte años en contribución solidaria.

Pero sí han incrementado, sin ruborizarse, los presupuestos de las Fuerzas Armadas; la compra de armamento (4 y 13 millones este mes); para la Armada dos buques de acción marítima, en 400 millones; y del material antidisturbio en 10 millones de euros, entre 2012 y 2016, por el Ministerio de Interior. Sin olvidar los dineros regalados a la banca del dinero de todos, para sigan con el fraude público.

En España hay actualmente, debido a la feroz recesión económica impuesta por los magnates del materialista capitalismo imperante: 2,5 millones de niños en una pobreza absoluta, quienes necesitan colaboraciones para sus primarias necesidades alimentarias. Cómo no pensar en las altas cifras que existen por el hambre en los infantes africanos, con una infame mortalidad. A esa hambre se une las enfermedades, en la indefensión por las mismas hambrunas.

“El hombre es un lobo para el hombre”, en certero juicio del filósofo Thomas Hobbes. Las personas que están acomodados en una vida digna de trabajo y bienestar, no desean que se la arrebaten los otros congéneres: ley de vida y del sublime egoísmo sobrehumano, que se nutre bajo la piel de los seres humanos y en un brutal e irracional pensamiento. No tenemos conmiseración, ni aún en los que más golpes de pecho se dan en sus plegarias divinas e invocar a las vírgenes, con los que padecen las hambrunas y las inhumanas miserias de los africanos y de otros pueblos del mundo.

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