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La extraña pareja por María Bernarda Barrios Curbelo

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De la pieza en cuestión se han hecho múltiples adaptaciones, incluso no hace mucho, tuvimos la suerte de verla en el Teatro Cuyás representada por los actores Joaquín Kremel y Pedro Osinaga. Pero sin lugar a dudas, el gran público siempre recordará esta obra por la majestuosa interpretación cinematográfica de los geniales Jack Lemmon y Walter Matthau.

La trama trata sobre dos divorciados: Por un lado, Félix (Lemmon), que tras de 12 años de matrimonio su mujer le abandona y ante esta situación, llega a contemplar la idea del suicidio, pero un ataque de lumbalgia frustra su intento. Y por otra parte, Óscar (Matthau), un divorciado con más experiencia, que le propone a su amigo compartir su apartamento. A partir de entonces comenzarán los problemas, pues mientras Óscar es un auténtico desastre de la naturaleza, Félix es todo lo contrario, una persona excesivamente ordenada, rallando lo patológico.

Pues bien, este argumento es perfectamente aplicable a esos dos grandes amigos residentes en Canarias que son Rivero y Soria. No hace mucho se tiraban los trastos dialécticos a la cara, ahora se reúnen, son amiguísimos y han hecho oficial un matrimonio político de conveniencia? la conveniencia del poder.

En plan coloquial podríamos decir que José Manuel es a Félix como Paulino a Óscar. Veamos, Soria estuvo casado con el poder durante tres legislaturas; o sea, los mismos doce añitos que Félix, pero en las últimas elecciones el poder le abandonó y con él se fueron sus dos hijos políticos; el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria y el Cabildo de Gran Canaria.

Por su parte, Paulino optó por abandonar a su Sauzal. Desde hace mucho tiempo flirteaba con la Carrera de San Jerónimo, pero los alrededores de La Recoba es su atracción fatal. Además, él siempre fue un hombre muy independiente, todo un soberanista; en otras palabras: un defensor acérrimo del “estado libre asociado”.

Quiso el destino, en forma de elecciones, dejarlos el 25 de Mayo del año pasado en la calle y sin llavín, pero ellos que son listos como el hambre, echaron cuentas y vieron que uniendo sus fuerzas les alcanzaba para compartir ese gran apartamento que es el Gobierno de Canarias.

Sólo había que limar las asperezas del pasado. Pero en estos casos, si hay que limar se lima. ¡Y vaya si limaron! A los dos segundos ya habían olvidado los rencores pasados. Ambos son políticos profesionales e idolatran el poder por encima de todo. No queda lugar para el resentimiento, no sería políticamente correcto y tampoco conviene para la buena salud del Pacto de Gobierno. Ahora son intimísimos, y no tienen inconveniente en darse abrazos esperpénticos. Hasta se gastan bromas mientras deciden el futuro ?el de ellos y el nuestro-. El orgullo es cosa de tontos.

Así, Soria, que naufragó en las últimas elecciones, vuelve a estar en la pomada, de nuevo está en los despachos, en los ámbitos institucionales, donde se mueve el poder, y como broche de oro, su nuevo cargo le ha reservado dos tareas de mucho calibre, tan edificantes como; puentear todos los proyectos relacionados con Gran Canaria, y ordenar con puntualidad prusiana las transferencias bancarias que el Gobierno de Canarias realiza a ese dechado de solidaridad regional que es el periódico El Día.

¡Y Paulino! Por fin está relajado y feliz. De repente se ha convertido en presidente. Hasta Juan Fernando se mandó a mudar. Ya nadie le recuerda sus leyendas pueblerinas, ahora, manda mal y al sesenta por ciento, pero manda, que es lo realmente importante.

Pero la convivencia es cruel, y siempre surgen pequeñas diferencias, aunque sean tan intranscendentales como: “la ayuda para la conversión a fijos de los tipos de interés variables de las hipotecas”, “la limitación de la segunda residencia” o “el estado libre asociado de Zerolo”. Cuestión de matices, aunque la reiteración en tonos tan vivos terminen por cambiar radicalmente el color original. Y en eso están. Su comedia todavía se encuentra en la fase de las escenas tiernas, tan entrañables como las que les tocó representar a Lemmon y Matthau en la película durante la célebre cena con sus vecinitas. Y siguiendo el argumento de Neil Simon, no sería mala cosa preguntarle a Rivero y a Soria, si las diferencias entre sus formaciones son tan insignificantes: ¿Qué son: spaghettis o linguinis? O mejor, ¿porqué no se lo preguntamos a María San Gil?

Y seguro que lo mejor de esta simpática comedia está por venir, y cuando llegue, también veremos el final del pacto, y sólo falta saber, quién le dirá a quién aquella memorable frase que Lemmon le espetó a Matthau: “Has sido como un hermano para mí, pero también eres una de las peores personas que he conocido”.

Y ahora en serio, decía Montesquieu; que la descomposición de todo gobierno comienza por la decadencia de los principios sobre los cuales fue fundado. ¿Le queda alguno intacto al actual Gobierno de Canarias?

* Presidenta de Compromiso

María Bernarda Barrios Curbelo*

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