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La final de Bucarest: una cuestión de hijos y padres

Federico Echanove / Federico Echanove

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Ignoro si eso habrá cambiado en las últimas horas, pero hasta el otro día, en los susodichos mentideros, cada vez más parecidos, por su inanidad y estridencias, a los de la programas del corazón, se seguía dedicando mucha más atención que al mencionado duelo a los arcanos ocultos en la enésima boutade de Mou o a la exégesis de la penúltima sonrisa olímpica y beatífica de Pep Guardiola

Opio del pueblo al fin al cabo, no debiera sorprendernos tanto que, en época de mayúscula crisis como la que atravesamos, aquél sea también de cada vez menor calidad. Y que se nos trate de vender la mercancía falsa por la que hay que ser a toda costa o del Madrid o del Barça y si uno es, además, del Deportivo de La Coruña, del Villarreal, del Betis, o de la Unión Deportiva, es asunto menor y privado que a casi nadie importa.

¡¡Y Ay de quienes osen no plegarse ni ante uno ni ante otro portaaviones sosteniendo estandarte propio y al margen del aburrido duopolio!! ¿Pero qué hacer cuando una final como la de la Europa League entre Atlético y Athletic dinamita en su raíz los presupuestos del dicho stablishment?

Porque, que se sepa, estas dos entidades futbolísticas, singulares donde las haya, y vinculadas genéticamente ente sí desde los albores del pasado siglo, son las únicas que, por mucho que les pese a merengues y culés, han llegado esta temporada a una final europea.

Intentar poner una piragua entre los dos colosos aprovechando la final rojiblanca de hoy es uno de los objetivos de estas líneas. Y créanme que si nos adentramos en la vertiente psicohistórica del match , la cosa tiene un cierto morbo intelectual más que interesante en función de la dicha vinculación genética y el mencionado origen común.

Y es que la fundación en 1903 en Madrid por un grupo de estudiantes vascos de la escuela de Ingenieros de Minas del entonces llamado Athletic de Madrid, como filial del conjunto vasco que había sido creado en 1898, convierte el duelo de hoy es un enfrentamiento paterno- filial. Y si llegado a ese punto, nos ponemos más retorcidos, edípicos y freudianos no les cuento las conclusiones que podríamos extraer.

Pero dejemos a Freud al margen. Más que nada porque habría que dilucidar primero si el Athletic es el padre o el hermano mayor de los colchoneros, ya que el club del Nervión sólo contaba cinco años cuando fue creado por aquél. Y si bien tamaña precocidad no sería impropia de 'niños' como Fernando Torres o Muniain, más vale dejarlo estar.

A fin de cuentas, en aquellos tiempos el ' football ' estaba aún tan en mantillas que en los periódicos de la época se utilizaba dicho término inglés y que no le quepa a nadie duda que de buscar en algún lugar a su padre habría que hacerlo en las islas británicas. Pero quién les iba a decir a aquellos jovencitos bien de Bilbao, reunidos una madrugada de abril, en la llamada Sociedad Vasco- Navarra de Madrid, que aquella empresa iba a tener tan alto vuelo y que hasta Atlético de Aviación iba a llamarse durante un breve periodo tras nuestra Guerra Civil, antes de convertirse en el equipo preferido de las clases populares de la capital de España.

A uno de aquellos padres fundadores, tuve el privilegio de conocerlo en su casa de la calle del Correo, ya anciano y viudo, en los años 70 cuando de chico vivía en Bilbao, ya que con mi familia paterna le unía una fuerte relación de parentesco colateral. Se llamaba Ricardo Gortazar y Manso de Zúñiga, aunque para mí ha sido y será siempre ' el tío Ricardo '.

Prototipo del patricio bilbaíno de talante liberal y conexiones anglófilas y gran viajero, al desahogo económico con el que siempre habían vivido y a los negocios con Inglaterra, se unía al decir de quienes lo conocieron mejor que yo, una gran cultura, una cierta socarronería barojiana, y un gran amor, no sólo por el deporte, sino también por las artes y por el pueblo vasco, adobado todo ello con una gran flema británica.

Ahora me hubiera encantado poder haberlo frecuentado más entonces y haber tenido más edad para poder disfrutar de su sabiduría. Supongo que yo era un chavalín de siete años al que aquel hombre que ya sumaba más de nueve décadas no prestó nunca mucha atención las pocas veces que estuve en su casa, si bien ahora recuerdo que como también tenía fama de tímido, tal vez lo que pasaba es que los que somos de esa tribu solemos enseguida reconocernos.

Aún tengo grabada en mi mente su imagen sentado en un sillón de orejeras mientras veía en un aparato de televisión un partido de rugby y mi padre bromebaba con él respecto a sus aficiones deportivas y al hecho de que, tras ser un pionero del fútbol en su juventud, tal vez ahora lo que ahora le tocaba en edad tan provecta era convertirse en gurú del deporte del balón ovalado.

Y es que, en realidad, todo había venido del mismo sitio y prueba de ello es que, incluso por aquellas fechas, todavía las personas mayores hablaban en Bilbao de un paraje de vieja raigambre, situado en algún incierto lugar de la ría y ya entonces desaparecido por el crecimiento industrial, conocido como 'la campa de los ingleses' y en la que estos se ejercitaban.

Andando el tiempo, y tras aquella fundación de 1903, que hay que decir que se produjo a causa del calentón de los vascos residentes en la capital de España por los malos modos del público madridista, tras un enfrentamiento de los blancos con el Athletic de Bilbao, el Atlético de Madrid tardó en alcanzar la autonomía e independencia de sus mayores vascos aún bastante tiempo, y, de hecho, pasaron varios años en que dicha relación de consanguinidad les impedía enfrentarse directamente.

Terminó el amauterismo, y tras fundarse la Liga, el Atlético de Madrid incluso tuvo un primer descenso en los años 30, hasta ser el principal dominador del futbol español en las décadas de los 40 y los primeros 50, con escuadras en las que militaban muchos canarios y cuyas delanteras eran conocidas como la de seda y la de cristal , tras lo que tomaría el relevo el Real Madrid de Di Stefano.

El tinerfeño Luis Benitez de Lugo, que además de llamarse así ostentaba el título de Marqués de La Florida, fue uno de sus presidentes en aquellos años, y al decir de los que saben más que yo de esto, su gestión no fue demasiado exitosa y marcó el declive del Atlético de Madrid antes de que Vicente Calderón lo reflotara y le otorgara nuevas glorias.

Pero dejemos eso para otra ocasión, y que hoy gane el mejor de entre estos dos equipos que, cuestión de hijos y padres, quizá ya habrán deducido que le corren a uno por la sangre.

Federico Echanove

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