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La guerra no es el camino por José Manuel Corrales (*)

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Reclamábamos hace cuatro años la paz y gritábamos mayoritariamente un “No a la guerra” claro y rotundo ante un PP sordo que gobernaba de espaldas al pueblo español y de espaldas al derecho internacional. Hoy como ayer es justo y necesario condenar la guerra de Irak, por considerarla ilegal, inmoral, injusta, desgraciada y torpe, aunque hoy estemos cargados de más razones viendo sus consecuencias catastróficas. El ataque unilateral y al margen de la ONU ha desencadenado una guerra civil en dicho país y una inseguridad creciente en todo el mundo, especialmente en Europa. En España, es evidente que la ciudadanía dejó muy clara su postura contra la guerra y contra las falsedades que la fundamentaron, y hoy sigue existiendo una opinión publica muy mayoritaria que considera la guerra un error, aunque el sector duro del PP se empeñe en no reconocerlo. El régimen de Saddam Hussein era una dictadura que reprimía con crueldad y dureza a la oposición, a los kurdos y a las minorías existentes en Irak, tal y como demuestran los informes de Amnistía Internacional. Por desgracia eso es lo habitual en muchos países de la zona. Un ejemplo paradigmático de esto sería un aliado sumiso de EEUU como Arabia Saudita que no sólo viola los derechos humanos sino que en sus entrañas se puede estar sustentando económicamente la red internacional del terrorismo fundamentalista. Una postura de total oposición a la guerra, a la intervención unilateral de EEUU y a la ocupación de Irak, no es contradictoria con la necesaria apuesta por un camino democrático para este país y para toda la zona. Pero la legalidad del derecho internacional no puede imponer una doble vara de medir y aplicar en Irak, lo que EEUU no se atreve a imponer a otros países como Israel, que agreden impunemente cuando se les antoja con represalias discrecionales y arbitrarias. Los objetivos que EEUU ha querido desarrollar con la guerra preventiva en Irak son fundamentalmente tres: Disponer del control del petróleo que sigue siendo un recurso estratégico, y eso explica porqué Venezuela también está en el punto de mira de Bush. Imponer por la fuerza bruta su política de dominación en Oriente Medio, una región clave desde el punto de vista geopolítico. Y disciplinar a sus aliados europeos y asiáticos, los cuales, no han sido capaces de resistirse al militarismo de la Casa Blanca, y que salvo honrosas excepciones (Francia, Alemania y en los tres últimos años España) se han sometido a los dictados del lobby americano cimentado en un pacto tácito entre la industria petrolera y el entramado militar más duro e intransigente. Bush quería y necesitaba esta guerra. El argumento propagandístico que se ha repetido machaconamente, preparando la campaña bélica, es que necesitamos un mundo más libre y seguro bajo la protección paternal estadounidense. Pero es evidente que las consecuencias de la guerra contra Irak han sido una mayor inestabilidad en la zona, más terrorismo, más rencor, más fundamentalismo de uno y de otro lado. Inestabilidad económica porque la subida del crudo supone un mazazo a la economía mundial y más terrorismo porque se ha alimentado al radicalismo y el gobierno de Israel ha frenado cualquier posibilidad practica de desarrollar un Estado Palestino independiente, aprovechando la agresión americana en el Golfo Pérsico. Teniendo en cuenta estas consideraciones, la guerra y la posterior ocupación de Irak es injusta e innecesaria, porque existen otros medios para controlar y garantizar el desarme y el desarrollo democrático de este país. Sólo desde el respeto a la legalidad internacional y a los derechos humanos se debe afrontar la resolución de los conflictos internacionales. No podemos permanecer impasibles y asistir pasivamente al desprecio y torpedeo de las instituciones internacionales por parte del gobierno conservador estadounidense que se cree infalible y que actúa como el guerrero del antifaz, impartiendo justicia sin juicio previo. La propia opinión pública estadounidense ya cuestiona muy mayoritariamente esta aventura militarista que no lleva a ninguna parte. Los efectos de la guerra en Irak lo esta sufriendo en sus propias carnes una población civil cuyo sufrimiento a lo largo de una década se ha prolongado agónicamente, con centenares de miles de civiles muertos sin que el conflicto tenga fin e incluso se recrudezca por momentos. Muchos ciudadanos creemos que el gobierno español encabezado por José Luís Rodríguez Zapatero hizo bien en retirar las tropas españolas de Irak y que junto al resto de los países de la Unión Europea debe avanzar y proponer el camino de la paz, la distensión y lo que acertadamente se ha denominado “Alianza de las Civilizaciones”, profundizando en la opción de soluciones pacificas y civilizadas a los conflictos. Parece lógico que los ciudadanos no permanezcamos pasivos y callados ante el desorden mundial que algunos quieren imponer basado en el odio, la miseria y la guerra. Hoy es más necesario que nunca levantar la bandera de la justicia contra el neoconservadurismo depredador y para hacer realidad el lema de que “otro mundo es posible” frente a la globalización militarista e insolidaria. José Manuel Corrales es vicesecretario general del PSC-PSOE en Tenerife José Manuel Corrales (*)

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