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No le hagas caso

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No somos iguales ni ante la ley ni ante nada. Los privilegiados se jactan asegurándolo para administrarnos el sedante y que no protestemos demasiado ante las injusticias diarias. Es como la frase hecha “el dinero no da la felicidad”, que aún no siendo del todo falsa sirve solo para que los pobres del mundo no se solivianten ante las inicuas desigualdades frente a los ricos y cresos.

En España el jefe del Estado aseguró en un discurso navideño que todos los españoles somos iguales ante la ley después de que su yerno fuera imputado por un juez valiente al que quieren linchar algunos monárquicos fanáticos. La paradoja es que el que pronunció la frase es el único que está por encima de la ley y es irresponsable de cometer cualquier delito, según refiere la Constitución. La carta magna tiene un as en la manga.

Los políticos con prebendas también presumen de que todos somos iguales ante la ley mientras se esconden detrás de sus tradicionales privilegios legales. A los parlamentarios no los puede juzgar un juez cualquiera, como a usted o a mí. Ellos se blindan detrás de un suplicatorio que debe aprobar las Cortes, o sea, ellos mismos. Yo me lo guiso, yo me lo como. Además, se permiten el lujo de no comparecer en el juzgado, como los demás mortales.

A ciertos políticos de renombre se les permite declarar por escrito, como recientemente ocurrió con Esperanza Aguirre. La ex presidenta de la Comunidad de Madrid, esa lideresa que presume de valiente y liberal, prefirió declarar como testigo de la trama Gürtel por escrito para no rozarse con la plebe y la prensa canallesca.

Ella misma se ha unido al ministro de Justicia, su compañero y sin embargo enemigo Alberto Ruiz Gallardón, para pedir que la infanta Cristina entre en el despacho del juez Castro a través del sótano de aparcamientos del edificio de los juzgados, a hurtadillas, como si fuera una delincuente de cuello blanco.

Claro que la infanta, según su abogado, no ha delinquido, no ha defraudado a Hacienda, no ha blanqueado dinero ni ha evadido impuestos porque estaba enamorada de su marido. Al parecer, el amor es una eximente penal.

El abogado de la infanta, en vez de hacerle un favor, la ridiculiza como mujer y como persona porque la muestra como alguien incapaz. Es el mayor de los insultos machistas. La hija universitaria del rey se casó con un balonmanista sin estudios superiores, pero solo a él hay que exigirle responsabilidades porque ella firmaba sin saber lo que hacía, arrobada en los brazos de su marido.

No, no somos iguales ante la ley ni ante nada. No somos iguales ni ante las autoridades ni ante los medios de comunicación. En Venezuela, donde las tasas de delincuencia y asesinatos son bestiales, ha hecho falta que una de las miles de fallecidas fuera una ex miss para que el Gobierno de Nicolás Maduro se convulsionara y la policía detuviera a los presuntos asesinos.

Si en vez de la miss hubiese muerto usted o yo, o solo el ex marido, que también cayó, todo seguiría igual.

No crea a los que le aseguran que todos somos iguales ante la ley ni ante nada. Es la forma que tienen los poderosos de adormecernos con palabras hueras y frases hechas. No, no somos iguales; en realidad somos muy, muy diferentes.

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