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Tanta ignorancia puede ser peligrosa

Eduardo Serradilla Sanchis / Eduardo Serradilla Sanchis

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La última perla de ignorancia, trufada de un desconocimiento muy peligroso de la historia contemporánea del pasado siglo XX, ha sido comparar a los actuales cuerpos de seguridad del estado con la Gestapo, la misma policía secreta del Tercer Reich. La osadía, la cual sí que hubiera sido de recibo hace cincuenta años ?aunque, en ese momento, la persona que hubiera realizado dicha declaración daría con sus huesos en la cárcel- demuestra qué fácil es hablar y qué difícil es pensar un poco, antes de decir cosas como ésta.

Lo primero que me gustaría dejar claro es que no creo que los actuales cuerpos y fuerzas de seguridad del estado español sean los títeres al servicio de una determinada sigla política, como muchos quieren hacer creer a la ciudadanía. Hay excepciones, sobre todo en algunas comunidades gobernadas como si el feudalismo nunca hubiese desaparecido de nuestro país, aunque son sólo eso, excepciones a una regla.

Tratar de emponzoñar el trabajo de quienes están encargados de velar por nuestra seguridad es algo moralmente censurable y que coloca a quienes lo secundan en unos niveles de vileza y falta de ética que en nada ayuda a que nuestro sistema funcione.

Con este punto aclarado, me gustaría hacerle algunas puntualizaciones a quien no ha dudado en desempolvar el recuerdo de la temida Gestapo hitleriana para atacar a quienes no comulgan con sus rancios planteamientos.

La Gestapo (Geheimes Staatspolizei) fue creada el 26 de abril de 1933 por German Göring, como parte del engranaje de la nueva Alemania del Tercer Reich. Un año después y tras ciertos conflictos de jurisdicción, Göring transfirió la organización a Heinrich Himmler, responsable de la no menos temible SS.

La misión principal de la Gestapo era investigar cualquier caso de traición, espionaje o sabotaje que pusiera en peligro al estado alemán y, por ende, al partido Nacionalsocialista.

Por ello, a partir de 1936, se les dio “carta blanca” para poder ejercer su labor sin tener que depender del poder legislativo. Ello les permitió expandir su territorio de operaciones a casi cualquier rincón de Alemania y luego de los territorios ocupados.

Dotada de los mejores medios a su alcance y con cerca de 50.000 miembros entre sus filas, la Gestapo atemorizó con sus técnicas intimidatorias y ciertamente delictivas a todos aquellos que trataron de oponerse a los postulados del nazismo y a sus principales líderes.

La Gestapo fue, además, una parte muy importante en la organización y consecución de los campos de concentración, pieza clave en la llamada Solución final, la cual significó el extermino de más de seis millones de judíos y muchos miles de prisioneros más en los campos de extermino. Su metódica y cerebral estructura funcionó, de manera precisa, para organizar el traslado y la gestión de aquellos campos de prisioneros, luego transformados en campos de exterminio.

Durante estos días, se ha estrenado Valkiria, afortunada reconstrucción histórica de uno de los intentos que casi acaba con la vida de Adolf Hitler. Sus organizadores, encabezados por el coronel Claus Schenk von Staufferberg ?a quien da vida en la pantalla un sobrio y acertado Tom Cruise- sufrieron, en carne propia, tras fracasar el complot, el concepto de justicia impuesto por la Gestapo desde su creación; es decir, fueron fusilados sin ningún tipo de juicio ni consideración, al igual que el resto de personas que fueron detenidas por toda Alemania, muchas de las cuales colgaron utilizando una cuerda de piano.

Con estos datos, los cuales sólo son “la punta de iceberg” de una organización que nunca debió nacer ?como el resto de policías secretas que han llenado la historia de sangre, muerte y demencia de quienes las lideraban- debería quedar claro lo poco acertada, por no decir las atrevidas e ignorantes declaraciones de quienes se atreven a comparar a nuestros cuerpos y fuerzas de seguridad del estado con la Gestapo alemana.

Si así fuera, hoy no andarían clamando por tal o cual detención indebida, dado que dichas personas estarían tiradas en una cuneta, con un tiro en la nuca, o escondidas en una de las muchas celdas inhumanas en las que los miembros de la Gestapo recluían a sus víctimas, a la espera de que terminaran en la cuneta antes comentada.

No siempre llueve a gusto de todos, pero se deberían pensar un poco mejor las cosas y no soltar barbaridades como ésta, buscado confundir a la ciudadanía de lo verdaderamente importante que son, en estos momentos, los casos de corrupción que atenazan a nuestra comunidad y otras lindezas que mejor no nombro para que no piensen que estoy al servicio de tal o cual ideología.

Eduardo Serradilla Sanchis

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