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Uno igual a cero

José H. Chela / José H. Chela

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Lo que han hecho en el Ministerio –la orden correspondiente se aprobará antes de junio- es suprimir del expediente académico de los estudiantes de ESO el cero como calificación. De tal suerte que la nota mínima de cualquier prueba o examen será uno. Interrogado sobre el asunto, un experto del Departamento vino a decir que, al fin y al cabo, daba lo mismo: el escolar que saque un uno sabrá que, verdaderamente, lo que ha obtenido es un cero. O sea, lo que les dije al principio. Pero, entonces, ¿por qué eliminar el cero de las calificaciones?... Pues, al parecer, porque se trata de una puntuación “psicológicamente negativa”, que puede afectar la marcha normal de los estudios del piberío. Uno se queda meditabundo y en treinta y tres. ¿Cómo que negativa?... La calificación negativa sería menos uno (-1) como mínimo. ¿O no?... La mayoría de los docentes que han opinado en los medios sobre esta iniciativa ministerial, le restan importancia y no porque carezca de ella, sino porque ya están acostumbrados a que –desde toda la vida, no desde anteayer- el Ministerio adopte medidas tan absolutamente intrascendentes como absurdas, innecesarias y que, desde luego, no influyen para nada en la mejora de la enseñanza. Es decir, los profesores prefieren no discutir semejante bobería, porque el que manda, manda, aunque algunos, aunque sólo sea porque se les note la lucidez supongo, plantean algo muy sencillo de entender: no es lo mismo un estudiante que intente al menos participar en un examen aunque lo haga todo mal que otro coleguilla del anterior que pase de presentarse o que entregue un cuestionario en blanco. El primero tal vez merezca un uno –o un dos, por la buena disposición-, pero, al segundo, ¿por qué se le va a puntuar aunque sea mínímamente por algo que ni siquiera ha intentado?... ¿Un premio a la vagancia, al pasotismo? Ni mucho menos. Lo que ocurre es que, a partir de ahora, uno es igual a cero. Qué cosas. Qué cosas y qué manera, si quieren que les diga, de perderle el respeto a ese signo extraordinario que revolucionó, desde Oriente, las matemáticas y que puede considerarse uno de los inventos más trascendentes del ingenio humano, no sólo desde el punto de vista aritmético y práctico: para algunos estudiosos, el cero, como concepto espiritual, estaba presente en la India hace, ya, más de 18.000 años. ¿Qué diablos le habrá hecho el cero al Ministerio de Educación, se pregunta uno, intrigado?... ¿No habrá nadie que califique -¡de cero a diez por favor!- los disparatados proyectos de los especialistas del Departamento encargados de complicar cada vez más y sin necesidad ninguna nuestro siempre inestable sistema de enseñanza?...

José H. Chela

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