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¿Quién manda en el mando? por Fran Ramírez

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Pero ahora ha surgido uno con tanta fuerza que se ha convertido en un auténtico huracán sociológico y, como si los mismísimos meteorólogos lo hubieran bautizado siguiendo la tradición, tiene nombre de mujer: Belén, sí, Belén Esteban.

Y sí, esta señora ha conseguido suscitar un debate nacional, que enfrenta diariamente a los belenistas (no deben confundirse con esos artistas que en la época navideña nos deleitan con sus creaciones), que sienten verdadera devoción por aquella a la que conocen como la Princesa del pueblo, con los antibelenistas , que mantienen que la susodicha no es más que la vergüenza del pueblo.

De cualquier modo, esta chica ha conseguido convertirse en un personaje mediático. Es más, en estos días ocupa gran parte de la programación de dos cadenas televisivas, una que le paga y otra que la detesta. Y todo ello debido a la enésima crisis con su marido camarero.

De este modo, aglutina tanta expectación como en junio de este año generó la consecución de nuestro título mundial futbolero. Y es posible que para muchos televidentes los problemas conyugales de la Esteban sean tan importantes como el desenlace del rescate de esos treinta y tres héroes chilenos que han llevado sus organismos hasta límites insospechados para sobrevivir durante setenta días a setecientos metros de profundidad...

Claro, luego salen a la palestra los que argumentan que la niña representa los valores de la persona que se ha hecho a sí misma, que ha salido adelante con su Andreíta sin el apoyo de su ex marido torero, ese que parece salido de una película de Mariano Ozores.

Y por supuesto, los que la detestan dirán que cómo se le puede dar tanta importancia cuando hay problemas mucho más angustiosos en nuestro país y que hasta crean plataformas en Facebook para boicotearla.

Me temo que este debate tiene difícil solución. Sus defensores siguen pensando que saldrá cada día por la puerta grande de esa plaza de toros televisiva donde cada día torea; sus detractores, por el contrario, continúan esperando que sufra alguna cornada mediática -que no matrimonial- que la retire definitivamente de los ruedos artísticos.

Así que hágase usted una pregunta: ¿quién manda en el mando? La respuesta tiene miga, así que cuando lo tenga claro, haga su elección. Y ya sabe, tenga cuidado: la televisión crea adicción...

Fran Ramírez

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