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¿Quién maneja los hilos de los muñecos colgados?

Carlos Castañosa

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Gorgoritos, títeres o marionetas… El artista verdadero no es el príncipe del cuento ni la bruja malvada, o el dragón que quiere beneficiarse a la princesita secuestrada en un castillo inaccesible, que finalmente será rescatada por el heroico caballero de armadura bruñida y blanco corcel, antes de que el bicho maligno se la lleve por delante.

Como en la vida real, el artífice es el que maneja los hilos o quien hace de sus dedos motorcillos vitales para brazos gesticulantes, o bocas que se abren y cierran como si hablaran en caras de mirada fija con expresión naif de cartón pintado.

Si la vida es un cuento y los cuentos, cuentos son, apliquémonos el cuento e intentemos no ser tan simples de creer, a pies juntos, las historias que nos cuentan los políticos a través de la megafonía mediática de una parte del periodismo integrado en este entramado circense.

Casi todos somos conscientes de la terrible situación política que estamos sufriendo y de sus imprevisibles consecuencias. Todo ello, producto de ambiciones personales en personajes que se creen importantes, que solo son muñecos colgados de unos hilos perversos divertidamente manejados por poderes camuflados, no ocultos, que están tras las bambalinas sin dar la cara, poniendo voz a los maléficos payasitos de cartón piedra que nos engatusan con cuentos infantiles, tras cobrarnos a precios exorbitados la entrada al espectáculo de un teatrillo de juguete.

¿Recordamos aquella fábula de “los cuatro jinetes de la policrisis”?... Cabalgan en formación de cuña. En cabeza, el poder supremo representado por la K de kapital, a cuyos lomos galopa y arrasa atilamente poderoso caballero, lanza en ristre y coraza invulnerable.

Le escoltan tres lacayos. En el centro y tras su grupa, el sicario más feroz. La marca, PF (Poder Financiero) camufla la arrogancia de su despotismo con acrónimos simplistas: FMI, BCE. BM… que encubren señores sin alma… almas de piedra.

Lo flanquean en segunda fila dos esbirros a medio cuerpo de distancia. El de la derecha se pavonea a trote largo. Al lomo, la B de bank (también con “k”); símbolo de poderío sobre los peatones avasallados, a quienes sojuzga por imperativo de su señor a cambio de su protección y grandes premios otorgados por fagocitarlos.

Al otro lado, la P del político. El más dañino caballista por su intencionado alejamiento del suelo por el que deambula la infantería ciudadana, que previamente lo ha contratado en las urnas como representante y defensor de sus intereses. Lejos de cumplir las promesas por las que es elegido, atiende a las señales de sus adláteres para fijarse en las órdenes que el líder le insinúa con leves gestos. Olvida que antes de encaramarse en las alturas pertenecía a esa inmensa mayoría, a la que ahora menosprecia; pero a la que regresará cuando caiga de un caballo del que no es propietario, aunque se crea señor y dueño de algo.

Cada uno de los caballistas tiene nombre y apellido. Imaginemos la K representada por un venerable anciano, de intensa biografía, como el hombre más poderoso del mundo, cuyos movimientos financieros hablan de miles de millones de dólares cotidianamente. Su capacidad especulativa es infinita, al tiempo que despliega gestos humanitarios de gran valor a través de sus fundaciones filantrópicas gestionadas en familia. Personaje agridulce por cuanto repudia el fascismo y el comunismo como radicalidades patógenas, perniciosas para el progreso de la humanidad. Pero capaz de cambiar gobiernos o imponer presidentes con todo su poder económico.

George Soros, norteamericano nacido en Budapest, hoy amo del mundo, parece implicarse en causas turbias, o cuanto menos poco diáfanas, quizá engañado en algún caso por el discurso de hábiles políticos trileros; o simplemente, porque lo de jugar al golf ya le viene grande por cuestión de articulaciones algo oxidadas y prefiera el entretenimiento relacionado con el teatrillo de feria para niños ingenuos.

Ojo a las fake news. En redes sociales, tipo FB, van siendo menos efectivas porque suele imponerse el uso de razón de receptores normalmente inteligentes. Pero publicaciones convencionales , consolidadas y de prestigio, tampoco se libran de esta distorsión informativa en perjuicio de la opinión pública y de la buena fe de sus consumidores. Pero claro, si salta la noticia, sin posibilidades de contrastar, de que Puigdemont ha recibido una aportación de Soros de 300.000 € para su causa independentista, se estimulan todas las alarmas cívicas.

Pero mucho más inquietante puede ser la, publicada hace un año, visita secreta de Soros al semifuturible entonces Pedro Sánchez. ¿De qué hablaron?... Cabe cualquier conjetura prestada a la elucubración periodística, faltando al respeto de la deontología de la comunicación que impone contrastar una noticia insondable en su contenido.

Como sospechoso es que también se vincule a Podemos, como beneficiario de la inmensa fortuna de Soros, cuando el gran magnate, por muy especulador que se le considere, siempre se ha manifestado como adverso al comunismo como modelo político, social y económico totalmente fracasado, caduco y sin viabilidad futura. Sería algo así como relacionarlo con VOX… Aunque con esta gente nunca se sabe...

De modo que entre el Foro DAVOS, el “imperio” Bilderberg y el tal SOROS (y ya hablaremos de Iván Redondo… otro Rasputín de cuidado), los ciudadanos normales vamos de glúteos arrastrados por rastrojos inmisericordes.

Solo se trata, como terapia defensiva, de identificar las mentiras escondidas en las medias verdades del discurso político. Pagamos la entrada para ver a los gorgoritos sabiendo que el cuento es mentira. Por lo menos que no nos tomen por tontos.

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