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Que por mayo era, por mayo

José María García Linares

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Este fin de semana pasado la prima hermana de la ministra de Fomento, id est, la Virgen del Rocío, ha salido, por fin, de su ermita para darse el garbeo tradicional por la aldea de Almonte, a punto, como siempre, de romperse la crisma a manos de cientos de descerebrados hasta arriba de devoción, de fanatismo y de Tío Pepe. Para que los incrédulos digan que los milagros no existen.

Algunos insistirán en que la imagen lleva tornillos hasta en las cejas (como siempre gente sospechosa, errada y asolada por el comunismo y la mala sombra de los compinches de Carmena), otros que la blanca paloma es capaz de esto y de mucho más (y así lo ha demostrado con la bajada del paro y con la repartición generosa del dinero de los ERE entre la gente necesitada de la Junta de Andalucía). Ay, mayo florido, mes de romerías y de explosión primaveral. Qué hermoso es el tiempo de Pentecostés, aunque aquí en España, por mucha llama que se nos ponga en la cabeza, sigamos siendo incapaces de hablar en inglés ni en el resto de lenguas que chapurrean los pueblos infieles.

No cejamos en la predicación de nuestra buena nueva, es decir, el verano, los chiringuitos y la paella, pero sin pasarnos. Aquí nos entendemos perfectamente y no tenemos que ir por ahí a anunciar nada. El que quiera enterarse, que venga. Venirse.

“Que por mayo era, por mayo, / cuando hace el calor”, comienza el conocidísimo Romance del prisionero que, paradójicamente, hoy ya no conocen nuestros niños, porque la memoria ya no se usa, hay que aprender a aprender y saber cuanto menos, mejor, porque ya está todo en Google, aunque quizás cuanto peor mejor para todos y cuanto peor para todos, mejor para mí el suyo, que diría Séneca. Un inciso. ¿Apuntas a tus hijos, querido lector, por ejemplo a fútbol para que aprenda a aprender a rematar? ¿Confiarías en un cirujano que antes de quitarte un quiste tuviera que mirar en internet por dónde tiene que hacer la incisión con el bisturí?

En fin, seguimos. Estábamos hablando de mayo y del romance de Zaplana. Perdón, del prisionero. Imagínense al exministro, barrote en mano, recitando eso de “sino yo, triste, cuitado, / que vivo en esta prisión; / que ni sé cuándo es de día / ni cuándo las noches son, / sino por una avecilla / que me cantaba al albor”. La avecilla debía de ser la gaviota del PP, claro, pero en aquellos tiempos en los que se creó el romance aún no estaban claras las cosas. Por eso el final del poema da miedo de lo profético que nos resulta, con esos cazadores del Averno, izquierdosos, casi de Podemos, fíjate (ya por entonces nadie creía en el PSOE como amenaza) desestabilizando continuamente el imperio de la paz y de la fe: “Matómela un ballestero; / dele Dios mal galardón”. Ballestero rima con Zapatero, ni siquiera con Pedro Sánchez.

Si es que está todo inventado, incluso la letra del himno de España gracias a la nueva musa de Ciudadanos, a la que sacaremos en procesión dentro de poco. “Entre nosotros no hay guerra ahora / vivimos al ritmo de un mismo tambor”, cantaba la calandria del romance, es decir, Marta Sánchez hace ya décadas en un portaviones en el Golfo Pérsico (y respondían cientos de ruiseñores sudados y más calientes que el palo de un churrero). Parece una broma, ¿verdad? Es una artista para la que no pasa el tiempo, gracias al bótox y a un nivel intelectual estancado en la Transición, por lo menos. Lean, si no, la esperpéntica letra de su numerito para ver el nivel literario, las incoherencias sintácticas, las rimas ridículas y pueriles (dice que la ha escrito desde el corazón. Es inquietante). Y encima es ella la que llora cuando la canta, que tiene guasa. Sin embargo, siempre nos deja grandísimos momentos, como ocurrió en el congreso de Ciudadanos de este fin de semana pasado, con esas frases que pasarán a la historia por la verdad que contienen y por lo que representan en un encuentro de la marca naranja: “Con mi actuación no estoy diciendo mi filiación política, ni siquiera yo lo tengo claro”. Vamos, que lo podría haber dicho el propio Albert Rivera o incluso Leticia Sabater, que también andaba por allí tarareando la salchipapa.

Total que, como dijo el líder de la formación naranja, ni azules ni rojos, españoles; que ni blancos ni negros (lo diría por Zaplana), españoles; que ni listos ni tontos (…), españoles. Muy españoles y mucho españoles, que diría Cicerón, y todos cantando “yo soy español, español, español”. Claro, lumbreras, si habéis nacido en España (aunque, claro, podrían cantar también “yo soy alemán, alemán, alemán…”). Qué obsesionada está la gente con el origen. Como si pudiéramos elegir dónde nacer. ¿Alguien le ha preguntado a los gemelos no nacidos de Iglesias y Montero si quieren nacer aquí? ¿En un piso o en un chalé? Ay, estas calores de mayo que nos tienen a todos tan desorientados.

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