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En la muerte de Angel Luis Tadeo

Rafael González Morera / Rafael González Morera

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A Angel Luis le conocí, lógicamente, a través del fútbol, porque de empresario tengo poco. O nada. Jugó en los juveniles del Sporting San José, unos años después de mi militancia sportinguista con mi amigo José Cristobal Correa Ruano, y otros inolvidables jugadores y amigos como Rafael Herrera, Gonzalo Molina, que vive y trabaja en Australia, Kiko Egea, Juan Fernando, Hilario Gómez del Rosario, y otros tantos jugadores que convivíamos en La Portadilla y en la antigua Ciudad Deportiva “Martín Freire” cuatro veces por semana. Angel Luis Tadeo pasaron los años, y aunque le conocía de “vista”, una vez me lo presentó el doctor Fernando Arencibia siendo presidente de la Unión Deportiva Las Palmas. “Mira Rafael, te presento a Angel Luis Tadeo, se viene conmigo como directivo, es un puntal, y gran conocedor de fútbol”. Ahí empezó nuestra amistad, en 1988, y ya luego pasaron los años y llegó a ser presidente de la Unión Deportiva SAD en la temporada 95-96, con Gerencia Deportiva que la integraron Germán Suárez, Eustasio López Santana (Lopesan) y los hermanos Domínguez. Fueron años en los que desarrollaba mi labor con preferencia como periodista deportivo, y las vivencias con Tadeo eran constantes.

Siendo presidente de la Unión Deportiva Las Palmas, y coincidiendo en unas vacaciones en el sur de la isla, un buen día va y me dice: “Acompáñame a Buenos Aires, me han hablado de un delantero que es fabuloso, vente conmigo, quiero saber tu opinión, le vemos un par de partidos y ya luego veremos”. El delantero era Turu Flores, que jugaba en el Velez Sarsfield de Buenos Aires, y del cual unos representantes le habían hablado a Tadeo. Le dije que no, que no iba a Buenos Aires, “oye, que estoy de vacaciones y todo el año pegado con el fútbol, además mi mujer se va a coger un cabreo”. Tadeo se fue a Buenos Aires, y a la semana volvió con diez o doce videos de partidos de Turu Flores, y los vimos en su casa del sur. Le dije que la decisión era de él, “oye, somos amigos pero soy periodista y tú eres el presidente, es tu decisión”. Lo fichó, y luego lo malvendió al Deportivo de La Coruña, haciendo paquete con Manuel Pablo, y de esto tuvimos grandes discusiones. Pero siempre prevaleció la amistad, la química que había entre los dos. Con todos nuestros defectos, con nuestros errores, que tanto Pino como mi mujer Pepa, nos echaban en cara cómo sólo saben hacer las grandes esposas.

Ahora se me ha muerto un amigo, un empresario amigo ¡qué coño!, un gran empresario, que comprobé hace muchos años oyendo opiniones sinceras de empleados suyos que no conocían nuestra amistad, y me hablaban de sus bondades como gran gestor de empresas. También con sus equivocaciones, con sus errores. Como Tadeo sinceramente me decía, incluso me llamaba para decirme sobre alguna crítica mía al equipo: “oye cabroncete, no seas tan duro, el equipo no estuvo tan mal”. Quizá en muchas ocasiones tenía razón. Quizá ahora estoy influido de nuevo por la amistad.

A su esposa Pino Felipe, a sus tres hijos, a toda su familia, y al Grupo Dunas en donde tengo tantas amistades, mi más sentido pésame.

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